viernes, 16 de diciembre de 2016

La trampa de los Derechos Humanos

por Mons. Pablo Galimberti, obispo de Salto
Los Derechos Humanos no salen de la galera. Se plasman a partir de la capacidad humana de preguntarnos por qué las cosas no ocurren siempre de la mejor manera.
O por qué la historia parece muchas veces un desfile de ejemplares grotescos de la condición humana. Hay de lo que queramos: asesinos, tiranos, monstruos sanguinarios, déspotas, delatores… Igualito a los personajes enmascarados del pintor fraybentino Luis Alberto Solari.
Desnudando el propio corazón y en proporciones tolerables, quizás en nuestro árbol genealógico descubramos alguna huella de esos prototipos grotescos como Hitler.
Digo esto para referirme a los derechos humanos, que fue el argumento sobre el cual debatimos anoche en el aula de la Regional Norte desde perspectivas creyentes, filosóficas y políticas. La jornada de reflexión, organizada por un grupo ecuménico de Salto y acompañada por el coro departamental de Salto, contó con la participación del Lic. Nelson Villarreal, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Presidencia.
Los derechos van surgiendo por la capacidad humana de dejarnos interpelar por los hechos que acontecen en la trama cotidiana de la vida. Los primeros derechos que se plantean tienen que ver con la necesidad de comer y calmar el hambre. Con esto se conecta el derecho a trabajar, cultivar y cosechar la tierra. Y se prolonga en el derecho a la seguridad social y a un salario justo.
En conexión con estas legítimas aspiraciones se plantea el derecho a la vivienda digna, la salud y la educación. Todo es una cadena invisible de sueños legítimos que permiten el desarrollo de capacidades. Conectado con esto está el legítimo derecho a formar una familia, elegir un cónyuge y fundar un hogar, espacio y cuna de la vida y de la educación inicial. A estos derechos se les ha llamado de primera generación.
En una segunda etapa vienen los derechos políticos y civiles. Cuando una familia y una sociedad se ve sacudida por conflictos armados. Y las libertades individuales son amordazadas. La vida peligra, la tortura vulnera y se acallan las expresiones libres. Surgen reclamos para vivir en libertad. Con legítimos gobernantes y no prepotentes dictadores. Entramos en la esfera de los derechos de enseñanza libre, de difusión libre de ideas y creencias, entre otros.
Llega un tercer momento. Cuando la gente experimenta deseos y necesidad de participar en la vida cultural de un país. Y siente deseos de participar en la investigación científica, literaria, artística…
Es el derecho a vivir en paz, con seguridad y desarrollo económico y con oportunidades para todos. Se pueden incluir aquí el derecho a un medio ambiente sano y a disponer de aire limpio y agua no contaminada.
Pero existe una trampa en los derechos humanos. La expresión pertenece al Padre Juan Luis Segundo, jesuita, que da este ejemplo. Llevan preso a un escritor o el gobierno cierra un periódico. Estalla una protesta. Pero: ¿quién protesta por una población entera que no puede expresarse, o no sabe leer ni escribir o está lejos de acceder a estas habilidades? En mi intervención toqué el veto del Pte. Vázquez a la ley del aborto en su primer gobierno. Pero que su sucesor, del mismo partido, lo votó. Y Vázquez debió reglamentar en su segunda presidencia. ¿Hay alguna lógica o es una trampa más del juego democrático? ¿O es la “lotería” de los derechos humanos?
Publicado en Diario Cambio viernes 16 de diciembre de 2016.

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