No el aggiornamento, sino la santidad es el mejor y más eficaz medio de apostolado.
La Iglesia surgió del impulso evangelizador de su Fundador, Jesucristo, quien dio a los Apóstoles el poder de expulsar demonios, curar enfermedades y, sobre todo, anunciar el Reino de Dios (cf. Lc 9, 1-2).