por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP
[...] En esta bienaventurada noche, al depararnos con un Niño y Dios al mismo
tiempo, ternura y veneración se unen en nuestras almas en un acto de adoración
a Aquel que nos creó y nos redimió. La consideración de la grandeza dadivosa de
este amor divino que asume las insuficiencias de nuestra naturaleza,
predisponiéndose a sufrir todo, sacrificándose hasta la muerte de cruz por el
deseo de hacernos bien, arranca de nosotros –a pesar de nuestra maldad- los
mayores actos de gratitud y de reciprocidad. Aquella creatura indefensa crecerá
y, adulta, manifestará su bienquerencia por todos, recorriendo plazas y calles
de incontables ciudades de su país, curando los enfermos, restituyendo el
caminar a los paralíticos, la voz a los mudos, la audición a los sordos, la
vida a los cadáveres. Reportándose siempre al Padre, sin jamás dejar de
perdonar a quien quiera, de sus pecados,
dulce y afable con sus discípulos, nunca salió de los límites de su pobreza y
humildad.
Juan da testimonio de Él y clama: “Este era aquel de quien yo dije: El que ha de venir después de mi es más que yo, porque existía antes que yo. Todos nosotros participamos de su plenitud, y recibimos gracia sobre gracia; porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad fueron traídas por Jesucristo”.
Con los ojos puestos en el Niño Jesús, y por la intercesión de María y José, agradezcamos los incontables beneficios descendidos e infundidos sobre nosotros a partir de aquella Noche Santa, e imploremos la gracia de la santidad. Así, libres de todo pecado, pasemos no sólo una noche, sino una Eternidad Feliz.
Juan da testimonio de Él y clama: “Este era aquel de quien yo dije: El que ha de venir después de mi es más que yo, porque existía antes que yo. Todos nosotros participamos de su plenitud, y recibimos gracia sobre gracia; porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad fueron traídas por Jesucristo”.
Con los ojos puestos en el Niño Jesús, y por la intercesión de María y José, agradezcamos los incontables beneficios descendidos e infundidos sobre nosotros a partir de aquella Noche Santa, e imploremos la gracia de la santidad. Así, libres de todo pecado, pasemos no sólo una noche, sino una Eternidad Feliz.
Artículo completo en: Comentario al Evangelio de la Natividad del Señor
No hay comentarios:
Publicar un comentario