El camino de un santo, hoy venerado por fieles del mundo entero.
Era un 25 de mayo de 1887, en una humilde vivienda de Pietrelcina, aldea próxima a Benevento, en Italia, nacía un niño, bautizado como Francisco. Desde muy pequeño expresó a sus padres el deseo de ser fraile capuchino. Ejercía como monaguillo, era rezador y bien compuesto. Sentía la voz misteriosa del Señor para seguirlo. Sus padres no se opusieron en momento alguno, dieron a Dios la porción que le correspondía. Con la bendición de su madre, a los 16 años, parte para el noviciado: “San Francisco te ha llamado, pues, vete”.