por Padre Fernando Gioia, EP
(Heraldos del Evangelio)
Los patriarcas, los profetas, el pueblo todo de Israel, suspiraba expectante
por la llegada del Mesías, el esperado de las naciones, aquel que sería su
libertador, el Salvador.
La Santa Iglesia, en su sagrada
liturgia, acompaña místicamente en este mes esa espera – que en su momento era
angustiosa – en el llamado Tiempo de Adviento. Período que ha comenzado este
pasado domingo, que durará cuatro semanas hasta llegar a la celebración del
Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, en el día de Navidad.
Es el Adviento – del latín adventus -,
el llegar, la espera de lo que ha de
venir, la presencia comenzada, la expectación de lo que está en advenimiento,
que viene. Es el remarcar la centralidad de Cristo Redentor en la historia de
la salvación de los hombres.
No se puede determinar exactamente cuándo fue la primera vez en que la Iglesia
estableció la celebración del Adviento. Apenas en el Siglo IV comenzó a
organizarse la liturgia entorno de la Encarnación del Verbo y la manifestación
de Dios a los hombres. A sus inicios tuvo una cierta característica
penitencial, a tal punto que la llamaban de “semi-cuaresma”. Posteriormente, la
liturgia romana, la concibió como un tiempo de gozosa y devota expectativa, de
gozo y de esperanza. Fue San Gregorio Magno (590) quien lo organizó en cuatro
semanas.
Durante este período, algunos signos festivos que durante el año existen en la
liturgia toman una característica diferente que la penitencial de la Cuaresma,
adquiriendo un aire de austeridad. Remarcando a los fieles nuestra condición
pasajera de nuestra existencia, que somos peregrinos en esta tierra,
sobresaltando la vigilancia y la esperanza. No se canta el Gloria a Dios en las
misas pero sí se mantiene el Aleluya como aclamación previa al Evangelio, las
vestidura son color morado. La austeridad se refleja en flores a discreción, y
la música sacra, al menos hasta el 17 de diciembre, será más suave, reduce el
uso de instrumentos. Concretamente se podría decir que todo es más sobrio. En
este camino tendremos una excepción, será en el Tercer Domingo, llamado de
Gaudete, que recibe ese nombre por la primera palabra en latín de la antífona
de entrada, que dice: Gaudéte in Domino Semper (estad siempre alegres en el
Señor). En él las vestiduras serán color rosado.
Tres son los personajes que nos pondrá de manifiesto la liturgia en este Tiempo
en sus lecturas: el profeta Isaías, San Juan Bautista y María Santísima, la
Virgen de la espera. Modelos del Adviento que nos inspiran esperanza. Es el
tiempo mariano por excelencia del Año Litúrgico, “tiempo particularmente apto
para el culto a la Madre del Señor” (Pablo VI, Marialis Culto, 4). Esto será
remarcado destacadamente en el IV Domingo, en el cual la Virgen María aparecerá
asociada al misterio de la Encarnación del Verbo, unida al misterio del
Nacimiento de Cristo.
Se nos presentarán, en el camino litúrgico hacia las solemnidades de la
Navidad, dos características esenciales en este período. Primera será la
preparación para conmemorar la primera venida del Hijo de Dios a los hombres,
su nacimiento en el Portal de Belén. Al mismo tiempo, nos preparará para la
expectativa de la segunda venida de Cristo al final de los siglos, para juzgar
a los vivos y a los muertos…
Tiempo en que fortaleceremos nuestra esperanza cristiana, en su primera etapa
hacia el 16 de diciembre en que se orientará hacia el nacimiento histórico de
Cristo Jesús. A partir del 17 de diciembre, nos orientará hacia la celebración
actualizada sacramentalmente en la liturgia en la festividad de la Navidad, en
esa noche lindamente llamada Nochebuena, 24 de diciembre.
La figura del profeta Isaías aparecerá, en este Ciclo Litúrgico A que
comenzamos, en las primeras lecturas de este Tiempo que estamos comentando.
Profeta por excelencia del tiempo de la espera. Figura destacada del siglo VIII
antes de Cristo, el gran anunciador de la venida del Señor, del nacimiento de
Emmanuel, “Dios con nosotros”.
Hemos sido invitados a la vigilancia en el pasado Primer Domingo de Adviento.
“Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis
viene el Señor” (Mt 24, 44). Ya en el Segundo Domingo de Adviento la invitación
será, por boca del Precursor del Señor, San Juan Bautista, a la conversión, era
la nota predominante: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”
(Mt 3, 2). Nos invita a que nos acerquemos al sacramento de la Confesión
(Reconciliación). Ya en el Tercer Domingo, Gaudete, el Heraldo del Mesías es
presentado por Nuestro Señor a las gentes diciendo, “en verdad os digo, que no
ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista” (Mt 11, 11), aquel que
más que profeta, era el mensajero que preparó el camino para el Señor. El IV
Domingo de Adviento nos presentará la figura maravillosa de la esperanza: la
Virgen María. Como nos dice el Prefacio “Cristo Señor nuestro, a quien los
profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo
proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres.
Así, la Virgen María, es el personaje principal del Adviento, de la espera, de
la venida del “Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11).
Vivimos tiempos de incertidumbre, rodeados de todo tipo de crisis, que piden
esperanza. Qué mejor que este tiempo de preparación para la Navidad para
avanzar en el camino de nuestro cambio de actitudes. Que seamos vigilantes, que
observemos los Mandamientos, que nos acerquemos al sacramento de la confesión,
así nos preparamos en una espiritualidad coherente, para recibir al que durante
milenios fue el esperado de las naciones, anunciado por los profetas, nuestro
libertador y Salvador, Jesús Nuestro Señor, hecho Niño.
Cuando en la Noche Santa resuene a nuestros oídos el antiguo cántico “Hodie
Christus natus est”, “hoy ha nacido Cristo”, alegres estaremos porque la
presencia de la luz de Cristo Nuestro Señor, alejará de nosotros las tinieblas
del egoísmo.
Publicado originalmente por www.lausdeo.world
P. Fernando Gioia, EP. padrefernandogioia@heraldos.info
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