miércoles, 18 de octubre de 2017

Cortejos, marchas y ceremonial litúrgico - Relatos sobre la vida en los Heraldos del Evangelio

por Felipe Rodrigues de Souza.
Tal  vez nada me haga sentir más nostalgias del tiempo que viví junto a los Heraldos del Evangelio, que su ceremonial. Aquellas marchas

acompasadas y animadas al sonido de las voces e instrumentos, los cortejos sobrios y calmos,  el sobrenatural ceremonial litúrgico,  constituyen lo cotidiano de un miembro de la Institución, desde los más jóvenes a los más adultos.
Hay en estas actividades una nota particular que distingue a los Heraldos en relación a las otras instituciones religiosas: la combinación de lo militar con lo sagrado. Pero esto no dice todo. Existe una especie de armonía entre elementos que, en conjunto, forman un espíritu nuevo: sublimidad, pulcritud, disciplina, respeto, admiración, alegría. En una palabra, y para utilizar una terminología interna: sacralidad.

Cortejo desde el comedor a la capilla, después de la cena.
Para quien conoce a los Heraldos o asistió a algunas de sus actividades –una Misa, una procesión, un oficio cantado, una presentación musical- puede confirmar lo que estoy diciendo. Cuántos y cuántos relatos de personas, de los más variados orígenes sociales y culturales, comentan al salir de una ceremonia: “nunca vi nada igual”.
Si apenas el asistir a una ceremonia puede causar tan fuerte impresión, y en muchos casos inspirar una cambio de vida y costumbres, ¿qué efectos no produciría en quien vivió 14 años de su vida realizando tales ceremonias? Sin duda algo capaz de modelar un carácter, una personalidad, y proporcionar una experiencia única, insustituible.
Sé que mucha gente puede pensar que haber vivido la juventud “trancado” en un monasterio es una locura o pérdida de tiempo, en lugar de estar aprovechando la vida en fiestas, diversión y hasta en cosas que contrarían  la Ley de Dios. Siento pena de esas personas. No tuvieron la oportunidad,  que yo tuve,  de conocer esta forma de felicidad que es dedicar la juventud a un ideal más noble: el servicio a la Iglesia y al prójimo, por amor de Dios.

Ceremonia de Viernes Santo. Detalle de adoración de la Santa Cruz.
Al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira le gustaba mucho citar una frase del famoso poeta francés, Paul Claudel, que dice: “la juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo; heroísmo, la llave de la felicidad”. En nuestros días este pensamiento es incompresible, pero puedo decir, por experiencia propia, ¡que es la más pura verdad!
Pero volvamos a la consideración del tema de las ceremonias. Los cortejos forman parte de la rutina en cada casa de los Heraldos del Evangelio. Su finalidad es dirigirse, por ejemplo, desde el comedor a la capilla y vice versa. Ellos son lentos, acompasados y siempre acompañados de algún cántico, sea gregoriano, sea marcial, de acuerdo con la ocasión.
Antorchas durante la adoración de Jesús Sacramentado en la Basílica de los Heraldos del Evangelio
Las marchas, en tanto, son más elaboradas, normalmente realizadas para toda la comunidad de los Heraldos en una Sede mayor, y de la cual participan miembros de diversas casas.  Son realizadas en ocasiones especiales, como por ejemplo con motivo del cumpleaños del fundador, Monseñor João Clá Dias. Con ritmo más ágil, ellas son animadas al sonido de instrumentos musicales ejecutando tradicionales marchas alemanas o también cánticos compuestos para esta finalidad por miembros de la Institución.
Además está el ceremonial litúrgico, como por ejemplo, el de la celebración de la Semana Santa, que es detalladísimo y exige días y días de prácticas. Siguiendo rigurosamente las instrucciones de Roma, estas celebraciones se revisten del carisma propio de los Heraldos que es “sean perfectos como su Padre Celestial es perfecto” (Mt 5, 48). De hecho, cada gesto es hecho con sabiduría y pretende reflejar un simbolismo. Muchos de ellos se remiten a los tiempos más antiguos de la Iglesia católica.
Algunos lectores se podrán preguntar si me  voy a quedar en consideraciones genéricas o si, en algún momento voy a tratar sobre hechos más específicos. Sin duda voy a contar los famosos “fatinhos”, como se acostumbra a decir internamente, o sea, los casos concretos del día a día,  pero para que quien no conoció la dinámica de la vida interna, los fatinhos no tienen mucho sentido sin una explicación del significado de cada cosa, por eso escogí comenzar por una visión de conjunto un tanto abstracta, pero aclaratoria para buena parte de los lectores.

En tanto, como un avant-goût cuento el siguiente hecho: en agosto de 2009 Monseñor João se recuperaba de una neumonía que casi le quitó la vida. Para festejar su cumpleaños fue preparada una marcha,  en la explanada frente a la basílica del Thabor [1], a la cual sólo pudo asistir una semana después de la fecha correspondiente.
Fue realizada en una fría noche, como suele ser en agosto, después de la celebración de una Misa presidida por él. Fueron 100 los miembros que ejecutaron la marcha, sin contar con los que componían la banda musical y los porta-estandartes.
Lo primero fue la entrada de la imagen de Nuestra Señora de Fátima, coronada como Reina del Cielo y de la Tierra, conducida por eremitas [2] con capas blancas. En seguida, se hace delante de Ella una proclamación, utilizando las palabras que el Dr. Plinio profirió en cierta ocasión.
Terminada la proclamación, se inició la marcha. Es difícil hacer una descripción escrita de cómo son los movimientos de una marcha, y  las fotos no dicen enteramente lo que significan. Pero... es lo que tenemos para compartir con el lector.

La marcha fue dividida en tres o cuatro partes, y entre cada una se proclamó algún trecho de las palabras del Dr. Plinio mencionadas más arriba. Cada parte tenía una característica propia, sea ejecutando el avance en filas y bloques, sea haciendo formaciones que componían alguna figura. Entre los numerosos movimientos, uno de los que más llamó la atención de Monseñor João, fue la formación de una Cruz de Santiago hecha por sus hijos.

Detalle de la marcha. Formación en una figura de Cruz
Fue una noche inolvidable para mí, que tuve la honra de hacer parte de este “ejército” de Nuestra Señora. Algo que, sin duda, me marcó profundamente y que aún hoy, sólo de recordarlo, me hace arder el corazón de devoción por Ella,  por Cristo y por la Iglesia Católica.
[1] Nombre de la Sede de los Heraldos del Evangelio donde se encuentra la primera iglesia construida por la Institución. Tiene este nombre en homenaje al Monte Thabor, lugar donde Nuestro Señor Jesucristo se transfiguró delante de los apóstoles. Ella fue elevada a la categoría de basílica por el  Papa Benedicto XVI en 2012.
[2]Término utilizado para designar los miembros de la Institución que viven en los éremos.
Artículo original en portugués en:
 Cortejos, marchas e cerimonial litúrgico