Padre Fernando Gioia, EP |
Numerosos son los que desean que se profundice en tema tan escrito, tan hablado y, tristemente, tan ocultado,
como lo que es el “corazón” del Mensaje de Fátima. Y los comprendemos. Más aún, si recordamos las singulares afirmaciones del Papa Benedicto XVI, de que era “la más profética de las apariciones modernas” (13-5-2017). Proféticas, por haber sido previsiones y advertencias que en parte se han confirmado a través del correr del tiempo. Algunas aún pendientes de acontecer.
El Mensaje consistía en un Secreto, conformado de tres partes, que preparaba a los niños - y a la opinión pública mundial - en el correr de estos cien años hasta nuestros días. Fueron palabras de Nuestra Señora que llenaron de perplejidad a no pocos, dando lugar expectativas preocupantes. Pero también transmite la esperanza gozosa al final, anunciando el triunfo de su Inmaculado Corazón, promesa que nos colma de confianza y de paz.
La Virgen quiso, de inicio, mantener en secreto el Mensaje diciendo: “esto no se lo digáis a nadie”. Fue, precisamente, la parte central del mismo. Indicaría a Lucía, la mayor de los tres niños en sus apenas 11 años, el momento de comenzar a comunicarlo, por partes, al mundo. Era el mes de julio, la tercera oportunidad de comunicarse con ellos.
La llamada “primera parte” del Secreto fue una visión del infierno que los tres niños tuvieron, relatada con mucho detalle, que dejó a los niños espantados: “Habéis visto el infierno a dónde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieren lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz”; eran palabras de la Virgen para incentivar en ellos, y al mundo, a la “oración y penitencia”.
La “segunda parte” es la que contiene el texto más denso, con una advertencia sobre los acontecimientos que acaecerían en el mundo si no se cumpliese lo que era pedido, que era preocupante: “Dios va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre”. Anunciaba una guerra peor que estaba en curso, la Primera Guerra Mundial: “La guerra va a acabar. Pero, si no dejaren de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor”. Sería presagiada por “una noche alumbrada por una luz desconocida, la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes”. En la noche del 25-26 de enero de 1938, una aurora boreal – calificada de “excepcional magnitud” por los científicos - iluminó los cielos de Europa Occidental. Al año siguiente, graves acontecimientos fueron precipitando la Segunda Guerra Mundial que comenzó el 1° de septiembre de 1939.
Viene, a seguir, lo considerado como el corazón del Mensaje: “Si atendieren a mis peticiones (principalmente estaba en ellas el cambio de vida), Rusia se convertirá y tendrán paz; sino, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Sobre “la tercera parte del Secreto”, no sabemos las razones de la hermana Lucía de no darla a conocer, su actitud dio motivo a innumerables comentarios a lo largo de los años. El Carmelo de Coimbra publicó, en 2015, anotaciones privadas de Lucía bajo el título de “O meu camino” (“Mi camino”). Relata aquí la perplejidad que la afligía, en momentos de grave enfermedad, ante la solicitud del obispo para que escribiera la parte secreta no revelada del Mensaje. En enero de 1944, arrodillada frente al Santísimo Sacramento, queriendo saber la voluntad de Dios, tuvo una visión sorprendente, y siente… “una mano amiga, cariñosa y maternal que me toca el hombro. Era mi querida Madre del Cielo. No temas, escribe lo que te mandan, pero no lo que te he dado a entender de su significado”. Así fue que escribió la parte más famosa del Mensaje, con esta orden: “Mételo en un sobre, ciérralo y séllalo, y escribe por fuera que sólo podrá ser abierto en 1960. Sea por el Patriarca de Lisboa o por el Obispo de Leiría”. El 6-6-1958 escribe a Pío XII: “Es de conocimiento de Vuestra Santidad la existencia del llamado Secreto de Fátima que podrá ser abierto después del inicio del año 60”.
¿Cuál era el fin de esta misiva? Era para que, exponiendo lo que fue y es el Mensaje de Fátima, “aclarar los espíritus sobre el camino de la vida cristiana que debe seguir y los errores de los cuales se deben alejar, para que no se dejen engañar por falsas doctrinas”. Así de clara y contundente era, como vemos en estos trechos, la carta al Santo Padre.
Circunstancias que no conocemos -que se podrán saber en futuro no lejano- cuarenta años después acabó siendo publicado, en el año 2000, por orden de Juan Pablo II.
Perplejos quedaron algunos por el texto. Acompañado de extensas explicaciones de parte de entonces Cardenal Ratzinger, Benedicto XVI posteriormente, calificadas por él mismo como: “intento de interpretación”. Se trataba principalmente de una visión que tuvieron los tres niños de hechos futuros. Relata Lucía: “hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un Ángel con una espada de fuego…emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo…señalando la tierra dijo en fuerte voz: ¡penitencia, penitencia, penitencia!” … “Vimos un obispo vestido de blanco, hemos tenido el presentimiento de que era el Santo Padre”… “atravesó una gran ciudad en medio de ruinas”… “llegado a la cima fue muerto por un grupo de soldados”…“del mismo modo murieron uno tras otros (los que lo acompañaban desde obispos a seglares)”. Estos son apenas algunos trechos del relato de lo dado a conocer.
No dejó tranquilos a los comentaristas este “intento”, llegándose a no pocas y polémicas opiniones sobre qué quiso decir la Virgen, por qué se tardó en comunicarlo al mundo, si está completo, si hay una “cuarta parte”, etc. Mismo así, se puede decir, es lleno de misterios.
Como podrán ver, no es posible pretender, en un artículo, transmitir e interpretar todo el Mensaje. Sí podemos hacer consideraciones que correspondan a la realidad que estamos viviendo. Bien dice Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, Fundador de los Heraldos del Evangelio, en su libro “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará” (p. 101), que: “Todo lo que Ella predijo que ocurriría si la humanidad no se enmendase, se cumpliría con el agravamiento de la crisis contemporánea. Y esto es justo lo que ha pasado, porque la situación mundial en la que vivimos —con la inmoralidad que impera en todos los sectores de la sociedad y las convulsiones que asolan toda la tierra— es la prueba de que se ha cumplido la advertencia contenida en el Mensaje de la Madre de Dios, transmitido por los labios de tres inocentes pastorcitos, y que culminó con palabras de esperanza, con el anuncio del triunfo de su Inmaculado Corazón. Las apariciones de Fátima, por lo tanto, no se relacionan solamente con el pasado. Al contrario, anuncian una nueva era en la Historia de la Iglesia. Sobre la lamentable decadencia moral y religiosa de nuestro tiempo, Fátima señala claramente hacia un futuro de triunfo y de gloria, que vendrá después de la penitencia y la conversión de los hombres”.
Publicado por "La Prensa Gráfica" de El Salvador. 13 de octubre de 2017.