Nuestra Señora del Divino Amor |
O sea, debemos tener por nuestro prójimo la misma benevolencia, estima y amor que esperamos que los otros tengan por nosotros, y un respeto proporcional al designio de Dios para con cada uno. Hablar al prójimo, o sobre él, como deseamos que lo hagan con nosotros; esconder y excusar sus faltas; sufrir sus imperfecciones, debilidades y defectos;
alabar todo cuanto en él debe ser elogiado; defender sus intereses y servirlo con afecto, exactamente como queremos que procedan con nosotros, y siempre por amor a Dios: he aquí la verdadera práctica de la inocencia y de la santidad. Y por eso mismo: “De estos dos Mandamientos dependen toda la Ley y los profetas”.
La Revelación –entre otros objetivos- tiene en vista colocar a disposición de los hombres un claro compendio de doctrina y comportamiento de orden moral, a través de la Ley y de la sabiduría manifestada por Dios a sus profetas. Ahora bien, el fundamento y la sustancia de todo ese tesoro están contenidos en estos dos preceptos, tal cual demostraría más tarde San Pablo, afirmando que la finalidad de la Ley es el amor: “el fin del precepto es la caridad” (I Tim 1, 5). Más aún, puede ser este amor, siempre según el Apóstol, “el pleno cumplimiento de la Ley” (Rm 13, 10).
III – María, insuperable ejemplo de amor
La Santísima Virgen María es para toda la humanidad –y hasta para los propios ángeles- un insuperable ejemplo de perfección del amor a Dios y al prójimo, que nos es recomendado por su Divino Hijo, en el Evangelio de hoy. Toda su existencia fue penetrada de purísimo y llameante amor. San Alberto Magno llega a afirmar que Ella, más que cualquier otra creatura, vivió siempre muerta para el mundo y para todo lo que era inferior a Dios. Su vida siempre estuvo oculta en Dios, habitando en su Santuario y, por lo tanto, muchísimo más que San Pablo, podría haber dicho Ella, desde el primer instante de su creación: “Yo vivo, mas ya no soy yo, es Cristo que vive en mi” (Gl 2, 20).
Que Nuestra Señora del Divino Amor obtenga la plenitud de la práctica de estos dos preceptos para todos aquellos y aquellas que contemplen el Evangelio de este XXX Domingo del Tiempo Ordinario.
(Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana).
Texto completo original en: Comentario al Evangelio del Domingo XXX del Tiempo Ordinario – Año A – Mt 22,34-40 (domingo 29 de octubre) por Mons. João S. Clá Dias, EP