[...] La enseñanza de Jesús sobre la armonía
entre el orden espiritual y el temporalLas cosas de Dios y las cosas de la
tierra no deben ser antagónicas. Al contrario, entre ellas debe haber
colaboración. En la armonía entre ambas esferas, la temporal y la espiritual,
está el secreto del progreso. Y la Historia nos muestra que no hay nada más
excelente que seguir el consejo de Nuestro Señor Jesucristo: “Busquen el reino
de Dios y su justicia, y el resto se les dará por añadidura” (Lc 12, 31). Dicho
sea de paso, en esta conjunción y colaboración entre lo espiritual y lo
temporal
es que, según su carisma, los Heraldos del Evangelio se esfuerzan en
actuar procurando la “consecratio mundi”,
la sacralización del orden temporal, siendo hijos amorosos de la Iglesia y
fieles al Papa, como instrumentos de la Nueva Evangelización.
Armonía dentro de nosotros
Se puede decir que hay una especie de convivencia entre las dos esferas
dentro del hombre, ya que tenemos deberes referentes a nuestra vida espiritual
y a las necesidades de nuestro cuerpo. Al respecto, comenta Santo Tomás de
Aquino en la Catena Aurea:
“También podemos entender este pasaje [del Evangelio] en el sentido moral,
porque debemos dar al cuerpo algunas cosas, como el tributo al César, esto es,
lo necesario; pero todo lo que
corresponde a la naturaleza de las almas, o sea, lo que se refiere a la virtud,
lo debemos ofrecer al Señor. Los que enseñan la ley de modo exagerado y ordenan
que no cuidemos en absoluto de las cosas debidas al cuerpo... son fariseos, que
prohíben pagar el tributo a César; y los que dicen que debemos conceder al
cuerpo más de lo que debemos, son herodianos. Nuestro Salvador quiere que la
virtud no sea despreciada, cuando prestamos demasiada atención al cuerpo; ni
que sea oprimida la naturaleza, cuando nos dedicamos en exceso a la práctica de
la virtud”.
Concluyamos, siguiendo el consejo de San Agustín: si nos preocupamos con las
monedas en las cuales está grabada la efigie de César, nos debemos preocupar mucho
más con nuestras almas, en las cuales Dios grabó su propia imagen. Si la
pérdida de un bien terreno nos entristece, mucho más nos debe constritar el
causar daño a nuestra alma por el pecado.
(MONS. JOÃO S. CLÁ DIAS, EP in “Lo
inédito sobre los Evangelios” Volumen 1, Librería Editrice Vaticana).
Texto completo, original en portugués: Comentario al Evangelio del XXIX Domingo delTiempo Ordinario, Año A