sábado, 8 de julio de 2017

Comentario al Evangelio – XIV Domingo del Tiempo Ordinario por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

[...] ¡ENTREMOS EN ESA ESCUELA!
Hemos de cuidar, pues, de no constituir en falsos dioses a la técnica, la salud, el dinero, los estudios o las capacidades personales. ¡Nada de idolatría ni de orgullo! El que establece divinidades para sí mismo, olvidándose del único Dios, se vuelve ciego de Dios. Éste mal es peor que la pérdida de la vista, ya que quien lo padece termina por no entender las verdades que el Padre sólo revela a los pequeños. ¿De qué le sirve a una persona participar en una carrera, habiéndose preparado para conseguir la máxima velocidad, si cuando el juez de salida da la señal avanza a toda prisa fuera del circuito y en la dirección equivocada? Es lo que le pasa al infeliz que se presenta ante el supremo Juez —¡mejor lo hiciera con las manos vacías!— con las manos manchadas de orgullo e idolatría.
El joven rico, por ejemplo, fue aparentemente un pequeño, que acabó tirándose al precipicio de la idolatría. Menos ilustrado que los Apóstoles, porque no formaba parte de los seguidores de Jesús, debía, por lo tanto, mostrarse más pequeño que ellos. Sin embargo, su extraordinario aprecio por los bienes que poseía lo llevó a no dar oídos a la promesa del Señor: “tendrás un tesoro en el Cielo” (Mt 19, 21). Fue invitado y lo rechazó porque no quiso ser pequeño...
Por el contrario, el que se entrega por completo y entra en el discipulado de Cristo, abrazando su yugo, siente enseguida cómo éste es suave y ligero. Las leyes que Él estipula proporcionan el anhelado descanso, perfeccionan la inteligencia, fortalecen la voluntad, templan y requintan la sensibilidad. Nos dan, sobre todo, la oportunidad de alcanzar la felicidad para la cual hemos sido llamados: la santidad.
Seamos humildes como el Señor Jesús es la Humildad, manso como Él es la Mansedumbre, buscando en todas las cosas ser santos como Él es la Santidad. En la práctica de esas virtudes, a ejemplo del divino Maestro, encontraremos la paz y la santa alegría para nuestras almas.

(Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios”, tomo I, Librería Editrice Vaticana)
Texto completo en: Comentario al Evangelio – XIV Domingo del Tiempo Ordinario

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