Son 15.000 los niños y adolescentes que concurren a
centros bajo tutela de la Asociación de Educación Católica. El 52% están en el
interior.
Estos adolescentes y adultos son beneficiarios de proyectos de educación no
formal atendidos por la Asociación Uruguaya de Educación Católica.
Su mayoría van desde primera infancia a juventud a través de Centros Caif, de niños o juveniles, así como hogares.
Según datos del primer censo de Educación No Formal 2016 elaborado por la Asociación Uruguaya de Educación Católica (Audec), se registró un total de 161 proyectos de los cuales 48% funcionan en Montevideo y 52% en el interior del país. En él trabajan 1.600 funcionarios.
Estos centros son Caif, Clubes de niños, de jóvenes u hogares en los que se realizan actividades extracurriculares tales como talleres de manualidades, oficios, música o deportes. En gran parte de los casos, estos centros se sustentan con ayuda del gobierno quienes a través del Ministerio de Desarrollo Social, el Inau o la Intendencia financian su funcionamiento y la comida que se les da (desayuno, merienda o almuerzo, según el caso).
El informe indica que dentro del total de niños que atienden los Caif, el 12% están a cargo de proyectos de Audec. O sea, que administran su funcionamiento y el financiamiento que perciben, contratan el personal y definen los planes de trabajo con los menores. Mientras que en club de niños esta situación se da en el 40% de los centros, en el club de jóvenes es el 26% del total y en los hogares, Audec tiene a su cargo el 22%.
BeneficiariosSu mayoría van desde primera infancia a juventud a través de Centros Caif, de niños o juveniles, así como hogares.
Según datos del primer censo de Educación No Formal 2016 elaborado por la Asociación Uruguaya de Educación Católica (Audec), se registró un total de 161 proyectos de los cuales 48% funcionan en Montevideo y 52% en el interior del país. En él trabajan 1.600 funcionarios.
Estos centros son Caif, Clubes de niños, de jóvenes u hogares en los que se realizan actividades extracurriculares tales como talleres de manualidades, oficios, música o deportes. En gran parte de los casos, estos centros se sustentan con ayuda del gobierno quienes a través del Ministerio de Desarrollo Social, el Inau o la Intendencia financian su funcionamiento y la comida que se les da (desayuno, merienda o almuerzo, según el caso).
El informe indica que dentro del total de niños que atienden los Caif, el 12% están a cargo de proyectos de Audec. O sea, que administran su funcionamiento y el financiamiento que perciben, contratan el personal y definen los planes de trabajo con los menores. Mientras que en club de niños esta situación se da en el 40% de los centros, en el club de jóvenes es el 26% del total y en los hogares, Audec tiene a su cargo el 22%.
Rafael Ibarzábal, director nacional de Audec comentó que, entre la población que atienden, 4.129 asisten al club de niños, 6.164 al Caif, 1.498 a centros juveniles y 995 a hogares. Mientras que 2.208 usuarios reciben otros servicios tales como atención a presos, asistencia a madres jefas de hogar o a niños que viven en la calle.
“Esto muestra una presencia significativa de la educación católica con los más vulnerables. Si sumamos los centros formales como liceos y escuelas hay un porcentaje importante. Más del 60% de la educación no formal está en barrios periféricos”, agregó.
En cuanto al nivel educativo de los trabajadores, un 60% tiene formación universitaria, de magisterio, tecnicatura o posgrados.
Laicidad en debate
Estas cifras se conocen en medio de debates por la laicidad en la educación y la polémica generada en torno a la visita del obispo de Canelones, Alberto Sanguinetti, quien semanas atrás visitó una escuela.
“El tema de la laicidad en nuestra cultura tiene algunos acentos muy particulares, no hablaría de laicidad sino de un laicismo antirreligioso que busca que la religión quede reducida al ámbito privado”, dijo Ibarzábal.
Así como agregó: “no queremos usar herramientas de poder para imponer nuestra doctrina pero no vamos a renunciar a nuestra identidad”.
Recordó que “en Uruguay existe educación y obra social católica antes que el país se reconociera como tal, incluso Artigas fue alumno de los franciscanos”.
Ibarzabal destacó que en los sectores más vulnerables “la Iglesia está presente no sólo con obras establecidas, algunas de muy larga data, a lo largo y ancho del país, sino también con gran creatividad y capacidad técnica aplicada a la búsqueda de nuevas formas de respuestas”. Puntualizó que sin caer en el asistencialismo la educación no formal debe “responder a necesidades materiales como alimentación en incluso vivienda”.
“La educación católica son un buen `laboratorio de innovación´ desarrollando modelos que luego el Estado puede replicar a escalas más amplias”, argumentó Ibarzabal y subrayó que el resultado del censo “muestra una institucionalidad experiente, en muchos casos antigua, pero no envejecida sino con altas expectativas de futuro”.
Fuente: www.iglesiacatolica.org.uy
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