El País 18 septiembre 2016
La tradición religiosa y cultural del conquistador español colocó las iglesias en el centro de la vida cotidiana y en la plaza principal de cada pueblo.
Más de dos siglos después, la secularización de la sociedad uruguaya pudo alterar la significación de esos templos, pero no su presencia. Más allá de credos, siguen destacándose por su porte, su arquitectura o su significación.
Los diferentes estilos y dimensiones, los aportes de artistas en pinturas o vitrales e incluso el papel en determinados procesos históricos constituyen, por sí solos, motivos de interés. Por eso, si París vale una misa, Montevideo también tiene sus iglesias para visitar.
"La arquitectura religiosa en este país comenzó ya en el siglo XVIII. Sin embargo, la mayoría de las piezas que vemos hoy se fueron perfilando entre fines del siglo XIX y principios del XX, con una diversidad muy grande de lenguajes formales, estilos, soluciones materiales, estructurales y espaciales", explica el arquitecto William Rey, especialista en historia del arte y gestión del patrimonio.
El punto de partida de cualquier recorrido por las iglesias montevideanas es la Catedral Metropolitana, ubicada en la plaza Matriz y frente al Cabildo, el sitio neurálgico montevideano durante el período colonial y los primeros años de vida independiente.
En ese mismo lugar existía ya un templo, conocido como Iglesia Matriz Vieja, de modesto tamaño, que se derrumbó parcialmente en 1788, lo cual obligó a demolerla por completo. Los actos religiosos pasaron a cumplirse en la iglesia de la Compañía de Jesús, sobre la misma plaza, mientras se pensaba en un nuevo gran templo.
“La Catedral de Montevideo ya era importante cuando se proyectó en el siglo XVIII por el ingeniero portugués José Custodio de Sáa y Faría. Se apostó a un edificio de gran tamaño, destacado incluso por los viajeros que llegan a Montevideo. El edificio, sin estar terminado, sin embargo ya era de enorme porte para el tamaño de la ciudad", indica Rey.
La obra mostraba el rigor del neoclacicismo hispánico, anota el profesional, pero la reforma de 1860, cuando la iglesia ya estaba bastante deteriorada, a cargo del suizo Bernardo Poncini, le dio una fachada "bastante italianizante" según la define. En lugar de los capiteles jónicos originales, Poncini los colocó corintios. Una segunda remodelación, realizada en 1941, devolvió el templo al ordenamiento de sus primeros tiempos, reincorporando los capiteles jónicos.
El Montevideo de mediados del siglo XIX contaba básicamente con tres iglesias: la Matriz, la de San Francisco de Asís y la capilla de la Caridad (Maciel). La iglesia de San Francisco, en Cerrito esquina Solís, reemplaza desde 1870 a la original, que estaba situada a pocos metros, en otro predio.
El proyecto pertenece al técnico francés Víctor Rabú, ganador el primer concurso arquitectónico realizado en este país. De su estructura, Rey destacó la cripta o hipogeo, donde se ubica el Señor de la Paciencia, a la cual se accede por una pequeña puerta al costado de la entrada principal del templo. Además de una talla barroca de Cristo, pueden apreciarse allí peticiones escritas sobre las paredes. Hasta principios del siglo XX, su torre representaba el punto más alto de la ciudad.
Nuevas obras.
“La segunda mitad del siglo XIX es un momento importantísimo porque aparecen nuevas iglesias parroquiales e interesantes capillas u oratorios privados", señala Rey. Un ejemplo es la Capilla de la Sagrada Familia, una obra realizada por Rabú para la familia Jackson en la actual avenida Luis Alberto de Herrera esquina Vaz Ferreira.
"Es una pieza muy destacable en la producción de esa época bajo el espíritu ecléctico historicista —explica el profesional—. Es un edificio de enorme unidad conceptual, iconográfica y formal. Rabú apela a un discurso historicista, al mundo medieval, quizás por el vínculo fuerte entre medioevo y religión, con un enfoque iconográfico muy coherente".
Una serie de hermosos vitrales desarrolla temas de la vida del niño Jesús. En la fachada se aprecian las figuras de San Juan y Santa Clara, en claro vínculo con Clara Errazquin y Juan Jackson, los padres del mecenas Juan Dámaso Jackson.
"Después hay una serie de obras más vinculadas con un eclecticismo historicista de base singular, como por ejemplo el interés por la experiencia bizantina, presente en Ernesto Vespignani cuando proyecta la iglesia del Cerrito, pero también en lenguajes medievales occidentales, neorrománicos, neogóticos, o mezclas de estos con otros elementos clásicos", señala.
Cerrito.
La Iglesia del Cerrito de la Victoria, denominada oficialmente Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús (foto superior de la página), aparece como un imprescindible en este recorrido, tanto por su porte como por su visibilidad, pues desde la cima del Cerrito aparece en el horizonte de buena parte de la ciudad.
El arquitecto salesiano Ernesto Vespignani inició los trabajos en 1926. Luego se sucesivas habilitaciones parciales, en 1946 quedó habilitada en su totalidad, con su cúpula secundada por cuatro torres, aunque detalles interiores no se completaron hasta 2012.
Un detalle que no se aprecia con la vista: su estructura interior lo convierte en una caja de resonancia donde permanece el eco de cantos litúrgicos o conciertos.
En la misma línea de inspiración bizantina puede citarse la iglesia de la Cruz de Carrasco, aunque en menor tamaño.
Una reciente restauración devolvió todo su brillo a la antigua Capilla de San José del Manga, inaugurada en 1912 en el viejo Colegio y Escuela Agrícola Jackson. El predio hoy es conocido como Jacksonville, contiguo al complejo de negocios Zonamérica. Se trata de otra obra de Vespignani. "Muy interesantes los vitrales y las pinturas sobre el Vía Crucis de Lino Dinetto, un artista italiano que vivió una parte de su vida en el Uruguay y trabajó en obras vinculadas a la arquitectura religiosa", indica Rey.
De otros credos.
Los templos no católicos también ofrecen motivos de interés. Uno de los preferidos de Rey es la Iglesia Evangélica Alemana, una obra del arquitecto Karl Trambauer ubicada en Blanes y Durazno. "Es un edificio muy interesante, con un diseño muy ajustado, muy austero, pero al mismo tiempo de enorme calidad. Sus hermosos vitrales juegan un papel importante en la definición espacial y en la imagen interior", indica.
Otro local con significación, sobre todo histórica, es el Templo Inglés. El original fue inaugurado en 1845 sobre el Cubo del Sur, a pedido de la pujante colectividad de origen británico. Los fondos del edificio daban al mar y la entrada correspondía a la calle Santa Teresa, hoy desaparecida.
En la década de 1930 fue demolido para permitir la construcción de la Rambla Sur. Las autoridades municipales concedieron entonces un predio, casi enfrente, para que el templo fuera reconstruido con un estilo y dimensiones muy similares al desaparecido. "Se trata de un edificio de tradición neoclásica, como el original, pero más libre de algunos elementos. Por ejemplo, el viejo contaba con dos torres mirando hacia el mar, que no existen en el nuevo templo", comenta el profesional.
TRES EJEMPLOS.
La Catedral: símbolo de la Ciudad Vieja.
La piedra fundamental de la nueva Iglesia Matriz se colocó el 20 de noviembre de 1790. En 1804, con la obra avanzada, fue consagrada a Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. Por algunos años contó con una sola torre (la ubicada al Sur se terminó en 1858). Construcción de tipo basilical, cuenta con tres naves y crucero, una cúpula y dos torres. Es Monumento Histórico Nacional.
Jackson: oratorio de una familia.
Los Jackson encargaron al francés Víctor Rabú la construcción de un oratorio privado para uso familiar en el barrio Atahualpa. El resultado fue lo que hoy se conoce como Capilla Jackson, aunque su nombre real es Capilla de la Sagrada Familia. Se inauguró en 1871, con estilo neogótico y espíritu romántico en la pequeña escala de una única nave. También es Monumento Histórico.
Carmelitas: un ícono en el Prado.
Fue construida por iniciativa de los Carmelitas Descalzos, instalados en la zona desde 1912. El templo se inauguró en 1954. El diseño, de los arquitectos Guillermo Armas y Albérico Isola, siguió la composición volumétrica, estructural y decorativa de la arquitectura gótica del siglo XV para darle una imagen inconfundible. La iluminación se da a través de coloridos vitrales, la mayoría traídos de Alemania.
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