[...] ¿Y yo, quién digo qué es Jesús?
En la segunda lectura, la Liturgia combina con la confesión de San Pedro un bello trecho de la Carta de San Pablo a los Romanos, que resalta la desproporción infinita entre nuestra inteligencia creada y la inteligencia increada, que es Dios:
“¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! ¡Cómo son inescrutables sus juicios e impenetrables sus
caminos! ¿Quién realmente conoció el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su
consejero? ¿O quién se anticipó en darle alguna cosa, de manera de tener
derecho a una retribución? ¡En verdad, todo es de Él, por Él y para Él. A Él,
la gloria para siempre. Así sea! (Rom 11, 33-36). Así esta maravillosa Liturgia
nos indica la actitud perfecta que debemos tener como católicos, en este siglo
XXI: siempre una postura de humildad delante de Dios, reconociendo, por la fe,
su grandeza extraordinaria e inconmensurable, su omnipotencia, omniciencia y
omnipresencia, y manifestando esta verdad eterna que el Padre Celestial reveló
al Príncipe de los Apóstoles.En la segunda lectura, la Liturgia combina con la confesión de San Pedro un bello trecho de la Carta de San Pablo a los Romanos, que resalta la desproporción infinita entre nuestra inteligencia creada y la inteligencia increada, que es Dios:
La consideración de la magnífica escena contemplada en el Evangelio de hoy, sugiere aún un examen de conciencia: ¿quién es Jesucristo para mí? ¿Qué digo yo a su respecto? ¿Es para mí lo que San Pablo proclamó en Cesarea y San Pablo exalta en esta lectura, o sea, mi Creador, mi Redentor, en función de quien yo vivo? ¿O, a semejanza de los judíos de aquellos tiempos, habré elaborado un Salvador conforme a mis deseos egoístas y mundanos? En caso yo haya abrazado el error, hoy debo pedir gracias para retornar al buen camino, pues el premio eterno está vinculado a la fe en Nuestro Señor Jesucristo y a la total entrega de nuestra vida a Él. Y esto que nos hace amar lo que Él ordena y esperar lo que Él promete, como pide la Oración del Día, y nos conduce a la gloria del Cielo.
(Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre el Evangelio” Volumen I, Librería Editrice Vaticana).
Fuente: Comentario al Evangelio del 21º Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A