[...] III – El invencible auxilio de Jesús
Al dar de comer a esa muchedumbre a partir de un número tan diminuto de
panes y peces, Cristo demostró su poder sobre el alimento, hecho comprobado ya
en las bodas de Caná. Bajando del monte, después de pasar la noche en oración,
reveló su dominio sobre las aguas, los vientos y las olas agitadas. Al emplear
estos mismos elementos para ir a la búsqueda de sus discípulos, manifestó
además que su omnipotencia se aplica a su Sagrado Cuerpo. Con ello, la
sensibilidad de sus testigos quedaba preparada para la próxima revelación de la
Eucaristía.
La barca, por otro lado, sacudida por la tempestad y transportando a su
Apóstoles, podría ser la justa imagen de la Iglesia luchando en los mares de
este mundo, en plena noche, queriendo desembarcar en las riberas del Reino
Eterno. Ella es invencible, erigida en esa solidez por su Fundador, y por eso
resiste a todas las fuerzas que se alzan en su contra.
Jesús está a solas, en la montaña de Dios, rezando. En los momentos más
críticos, surge en auxilio de la humana debilidad de los suyos. Nada será
obstáculo para quienes piden su amparo; sólo se trata de saber qué pedir. Quien
se deja avasallar por el temor a los riesgos y amenazas, confiando más en sus
propias fuerzas que en Jesucristo, será derrotado.
Si por el contrario se arma con robusta e inquebrantable fe, lo podrá todo.
A pesar de los pesares, si uno cerca de Jesús siente la impotencia de su propia
naturaleza, bastará un grito de auxilio para que Él le alargue la mano y lo
lleve a la barca. Cuando suba a ésta, los elementos se calmarán por su simple
presencia, y habrá llegado a las playas de la Eternidad.
Al desembarcar, se entenderá con inmenso consuelo el papel de Aquella que en
cierto momento recomendó: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).
No le faltó sabiduría ni acierto a san Hilario cuando concluyó: “Y cuando venga
el Señor, encontrará cansada a su Iglesia, y rodeada de los males que
levantarán el Anticristo y el espíritu del mundo. Y las costumbres del
Anticristo empujarán a los fieles hacia todo género de tentaciones, tendrán
miedo hasta de la venida de Cristo por el temor que les infundirá el Anticristo
con las falsas imágenes y fantasmas que les pondrá a la vista; pero el Señor,
que es tan bueno, aleja de ellos ese temor, diciendo: ‘Soy yo', y rechaza con
la fe en su venida el inminente peligro”.
(CLA DIAS, EP, Mons. João Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios”
Volumen I Librería Editrice Vaticana)
Texto completo: Comentario al Evangelio – 19º Domingo del Tiempo Ordinario - ¿Hasta dónde debe llegar nuestra fe?