domingo, 13 de agosto de 2017

Comentario al Evangelio – 19º Domingo del Tiempo Ordinario - ¿Hasta dónde debe llegar nuestra fe? por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

[...] III – El invencible auxilio de Jesús
Al dar de comer a esa muchedumbre a partir de un número tan diminuto de panes y peces, Cristo demostró su poder sobre el alimento, hecho comprobado ya en las bodas de Caná. Bajando del monte, después de pasar la noche en oración, reveló su dominio sobre las aguas, los vientos y las olas agitadas. Al emplear estos mismos elementos para ir a la búsqueda de sus discípulos, manifestó además que su omnipotencia se aplica a su Sagrado Cuerpo. Con ello, la sensibilidad de sus testigos quedaba preparada para la próxima revelación de la Eucaristía.

La barca, por otro lado, sacudida por la tempestad y transportando a su Apóstoles, podría ser la justa imagen de la Iglesia luchando en los mares de este mundo, en plena noche, queriendo desembarcar en las riberas del Reino Eterno. Ella es invencible, erigida en esa solidez por su Fundador, y por eso resiste a todas las fuerzas que se alzan en su contra.
Jesús está a solas, en la montaña de Dios, rezando. En los momentos más críticos, surge en auxilio de la humana debilidad de los suyos. Nada será obstáculo para quienes piden su amparo; sólo se trata de saber qué pedir. Quien se deja avasallar por el temor a los riesgos y amenazas, confiando más en sus propias fuerzas que en Jesucristo, será derrotado.
Si por el contrario se arma con robusta e inquebrantable fe, lo podrá todo.
A pesar de los pesares, si uno cerca de Jesús siente la impotencia de su propia naturaleza, bastará un grito de auxilio para que Él le alargue la mano y lo lleve a la barca. Cuando suba a ésta, los elementos se calmarán por su simple presencia, y habrá llegado a las playas de la Eternidad.
Al desembarcar, se entenderá con inmenso consuelo el papel de Aquella que en cierto momento recomendó: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).
No le faltó sabiduría ni acierto a san Hilario cuando concluyó: “Y cuando venga el Señor, encontrará cansada a su Iglesia, y rodeada de los males que levantarán el Anticristo y el espíritu del mundo. Y las costumbres del Anticristo empujarán a los fieles hacia todo género de tentaciones, tendrán miedo hasta de la venida de Cristo por el temor que les infundirá el Anticristo con las falsas imágenes y fantasmas que les pondrá a la vista; pero el Señor, que es tan bueno, aleja de ellos ese temor, diciendo: ‘Soy yo', y rechaza con la fe en su venida el inminente peligro”.

(CLA DIAS, EP, Mons. João Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen I Librería Editrice Vaticana)
Texto completo: Comentario al Evangelio – 19º Domingo del Tiempo Ordinario - ¿Hasta dónde debe llegar nuestra fe?