[...] La realización de la mayor misión de la
Historia
Jacob generó a San José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo. El origen de Jesús fue así: María, su Madre, estaba prometida en casamiento a José, y antes de vivir juntos, Ella quedó embarazada por la acción del Espíritu Santo. José, su marido, era justo y, no queriendo denunciarla, decidió abandonar a María en secreto. (Mt 1, 1 6. 18-2 1 .24ª)
La narración de San Mateo muestra cuánto San José era íntegro y hombre de una fe inquebrantable frente a las mayores dificultades. En su alma no cabía ningún nerviosismo, ejemplo para un mundo en el cual se rinde culto a la agitación y la trepidación. En efecto, en la vida de los santos todo transcurre calma y serenamente, aun en medio de las pruebas. Y cuando son afectados por dramas, reflexionan, toman una decisión y continúan hacia delante, sin perder la paz.
José “era justo”, y cuando vio a María en período de gestación no levantó ninguna sospecha sobre la pureza de Ella, porque la conocía a fondo y “creía más en la castidad de su esposa que en lo que veían sus ojos, más en la gracia de que en su naturaleza”. Mientras tanto, amante y cumplidor de la Ley –como se ve en otros episodios del Evangelio-, se veía obligado a repudiarla en público o en privado, o denunciarla, entregando a la muerte a aquella de cuya inocencia tenía pleno convencimiento.
Podría, por el contrario, retenerla consigo absteniéndose de acusarla, y asumir la crianza como suya, pero tal opción tampoco le agradaba considerándose indigno de tan alta y extraordinaria misión. Entonces, no comprendiendo le que en Ella se realizaba, adoptó inmediatamente una postura de humillación y decidió retirarse ocultamente, antes que se manifieste lo sucedido, como a decir: “Domine non sum dignus”. [...]
José, obediente, recibió a María y se fue a vivir junto a Ella en una atmósfera de paz y tranquilidad, en la expectativa del nacimiento del Niño Dios, sin, todavía, comentar nada de lo ocurrido, por el enorme respeto que le tenía. Pero sabía que el esperado por los profetas, el Emanuel, el Cristo venía a vivir en su casa y podría adorarlo, desde entonces, realmente presente en el tabernáculo de las entrañas purísimas de su virginal esposa.
(In Mons. João Scognamiglio Clá Dias
EP, “Lo inédito sobre los Evangelios” Librería Editrice Vaticana).Jacob generó a San José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo. El origen de Jesús fue así: María, su Madre, estaba prometida en casamiento a José, y antes de vivir juntos, Ella quedó embarazada por la acción del Espíritu Santo. José, su marido, era justo y, no queriendo denunciarla, decidió abandonar a María en secreto. (Mt 1, 1 6. 18-2 1 .24ª)
La narración de San Mateo muestra cuánto San José era íntegro y hombre de una fe inquebrantable frente a las mayores dificultades. En su alma no cabía ningún nerviosismo, ejemplo para un mundo en el cual se rinde culto a la agitación y la trepidación. En efecto, en la vida de los santos todo transcurre calma y serenamente, aun en medio de las pruebas. Y cuando son afectados por dramas, reflexionan, toman una decisión y continúan hacia delante, sin perder la paz.
José “era justo”, y cuando vio a María en período de gestación no levantó ninguna sospecha sobre la pureza de Ella, porque la conocía a fondo y “creía más en la castidad de su esposa que en lo que veían sus ojos, más en la gracia de que en su naturaleza”. Mientras tanto, amante y cumplidor de la Ley –como se ve en otros episodios del Evangelio-, se veía obligado a repudiarla en público o en privado, o denunciarla, entregando a la muerte a aquella de cuya inocencia tenía pleno convencimiento.
Podría, por el contrario, retenerla consigo absteniéndose de acusarla, y asumir la crianza como suya, pero tal opción tampoco le agradaba considerándose indigno de tan alta y extraordinaria misión. Entonces, no comprendiendo le que en Ella se realizaba, adoptó inmediatamente una postura de humillación y decidió retirarse ocultamente, antes que se manifieste lo sucedido, como a decir: “Domine non sum dignus”. [...]
José, obediente, recibió a María y se fue a vivir junto a Ella en una atmósfera de paz y tranquilidad, en la expectativa del nacimiento del Niño Dios, sin, todavía, comentar nada de lo ocurrido, por el enorme respeto que le tenía. Pero sabía que el esperado por los profetas, el Emanuel, el Cristo venía a vivir en su casa y podría adorarlo, desde entonces, realmente presente en el tabernáculo de las entrañas purísimas de su virginal esposa.
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