por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP
[...] Ahora sí estamos aptos para entender y amar a fondo
el significado del Evangelio de hoy. La respuesta al pueblo y a los príncipes
de los sacerdotes que hacían escarnio de Jesús: "Ha salvado a otros: ¡que
se salve a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido!" (v.35), así como
a los soldados romanos en sus insultos: "Si eres el rey de los judíos,
¡sálvate a ti mismo!" (v.37), reluce claramente en las premisas ya
expuestas.
Aquellos hombres, sin fe y desprovistos de amor a Dios, juzgaban los
acontecimientos de acuerdo a su egoísmo y por eso tendían a olvidar su propia
fragilidad. Ciegos a Dios, de hace mucho lejanos a su primitiva inocencia,
habían perdido la capacidad de distinguir la verdadera realidad existente
detrás y encima de las apariencias de derrota que revestían al Rey eterno
transido de dolor sobre el madero, despreciado hasta por las blasfemias de un
mal ladrón. No recordaban ya los portentosos milagros que había obrado, ni
siquiera las palabras: "¿Piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él
pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles" (Mt.
26, 53). Si fuera cosa de voluntad, en una fracción de segundo podría revertir
gloriosamente aquella situación y manifestar la omnipotencia de su realeza,
pero no quiso, tal como en anteriores ocasiones: "Jesús, sabiendo que
querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la
montaña" (Jn. 6, 15).
Quien sí discernió en su sustancia misma la Realeza de Cristo fue el buen ladrón, al dejarse llevar por la gracia. Arrepentido hasta el extremo, aceptó compungido las penas que sufría, y reconociendo la inocencia de Jesús en lo más profundo de su corazón, proclamó los secretos de su conciencia para defenderla de las blasfemias de todos:"¿Ni siquiera temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio? En nosotros se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho" (vv.40-41). He ahí la verdadera rectitud. Primero, humildemente sentir dolor por los pecados cometidos; enseguida, aceptar con resignación el castigo respectivo; por fin, venciendo el respeto humano, desplegar muy alto la bandera de Cristo Rey para suplicar: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino"(v.42)
Tengamos siempre claro que únicamente los méritos infinitos de la Pasión de Cristo y el auxilio de la poderosa mediación de la Santísima Virgen, nos harán dignos de entrar al Reino.
Siguiendo los pasos de la conversión final del buen ladrón, podremos esperar con confianza escuchar un día la voz de Cristo Rey diciéndonos también: "En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso" (v.43).
(CLA DIAS, EP Mons. João Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios”. Librería Editríce Vaticana).
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artículo completo en: Cristo, Rey del Universo
Quien sí discernió en su sustancia misma la Realeza de Cristo fue el buen ladrón, al dejarse llevar por la gracia. Arrepentido hasta el extremo, aceptó compungido las penas que sufría, y reconociendo la inocencia de Jesús en lo más profundo de su corazón, proclamó los secretos de su conciencia para defenderla de las blasfemias de todos:"¿Ni siquiera temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio? En nosotros se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho" (vv.40-41). He ahí la verdadera rectitud. Primero, humildemente sentir dolor por los pecados cometidos; enseguida, aceptar con resignación el castigo respectivo; por fin, venciendo el respeto humano, desplegar muy alto la bandera de Cristo Rey para suplicar: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino"(v.42)
Tengamos siempre claro que únicamente los méritos infinitos de la Pasión de Cristo y el auxilio de la poderosa mediación de la Santísima Virgen, nos harán dignos de entrar al Reino.
Siguiendo los pasos de la conversión final del buen ladrón, podremos esperar con confianza escuchar un día la voz de Cristo Rey diciéndonos también: "En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso" (v.43).
(CLA DIAS, EP Mons. João Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios”. Librería Editríce Vaticana).
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