lunes, 14 de noviembre de 2016

Comentario al Evangelio del Domingo 33º (domingo 13 de noviembre) por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP

[...] Proclamar la belleza triunfante de la Iglesia
Dos significativos episodios históricos, entre otros tantos, pueden ilustrar las enseñanzas de la liturgia de este domingo.
El filósofo iluminista François-Marie Arouet, más conocido por el seudónimo de Voltaire, fue uno de los más festejados impíos de todos los tiempos. Su odio contra la Iglesia lo llevó a afirmar: “Estoy cansado de oír que bastaron doce hombres para instaurar el Cristianismo en el mundo, y quiero probar que basta uno para destruirlo”. Pero el atrevido ateo murió y su ridícula amenaza quedó en el vacío.
No menos arrogante con la Esposa de Cristo fue Napoleón Bonaparte. Luego de ser excomulgado por el Papa Pio VII, tuvo la petulancia de preguntarle sarcásticamente al legado papal, Cardenal Caprara, si por causa de eso se le caerían las armas de las manos a sus soldados. Según narran testigos oculares,

entre los cuales el Conde de Ségur, lo que ocurrió durante la campaña de Rusia fue que: “Las armas de los soldados parecían ser de un peso insoportable para sus brazos entumecidos;  que en sus frecuentes caídas, se les escapaban de las manos y se rompían o perdían en la nieve”.
Meses después, se vio en la obligación de firmar el decreto de su propia destitución en el palacio de Fontainebleau, donde mantuviera cautivo al Vicario de Cristo,  y partió para el exilio.  Pio VII, mientras tanto, a quien él llamó despectivamente de "viejo",  reinó por casi una década, sobreviviendo por dos años al prisionero de la Isla de Santa Elena. Y podríamos multiplicar los ejemplos mostrando "ser una característica de la Iglesia vencer cuando es  atacada, ser mejor comprendida cuando es contestada y ganar terreno cuando es abandonada", según enseña San Hilario de Poitiers.  A lo cual agrega el padre Monsabré: "muchas veces, durante la Era Cristiana, se puede ver el Cuerpo Místico del Hijo del Hijo de Dios a punto de perecer, recobrar vida y avanzar con paso resuelto rumbo a los días de la eternidad”.
Los períodos de persecución nos invitan a depositar una fe inquebrantable en Cristo  y en su Iglesia, pero también de amarlos de un modo especial. "En tiempo de grandes defecciones ", afirma el  Cardenal  Gomá, "hasta los buenos se tornaron tibios. A pesar de todo,  perseverarán los fuertes, los que guardarán la fe y las buenas costumbres cristianas. Estos se salvarán: quien persevere hasta el final, será salvado (Mt 24, 13). Siendo constantes, obtendréis la salvación".
Al situarnos delante de una grandiosa perspectiva escatológica, el  Evangelio de este domingo nos inspira a proclamar la belleza triunfante de la Santa Iglesia, en la confianza plena de quien permanezca, filialmente en su seno, obtendrá como premio el propio Dios.


(Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP in "Lo inédito sobre los Evangelios" Librería Editrice Vaticana)
Artículo completo en: Domingo 33º del Tiempo Ordinario Ciclo C
 

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