jueves, 3 de noviembre de 2016

Comentario al Evangelio — Domingo 32º del Tiempo Ordinario (Corresponde al Domingo 6 de noviembre)

por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, E.P.
Resucitaremos: ¿sí o no?
[...] Hoy en día el mundo vive frustradamente en busca de placeres nuevos, a fin de saciar la sed de infinito que arde en la médula del alma humana. Si los hombres pudieran oír un acorde de esa música celestial que arrebató en éxtasis a san Francisco, o contemplar por un momento fugaz el rostro de Dios, algo que llevó a san Silvano a sentir repugnancia frente al rostro de los hombres, comprenderían que las delicias del Cielo son purísimas, eternas y opuestas a las de la Tierra.

Séneca, comentando el suicidio de Catón, concretado con el auxilio de un puñal, para huir de las consideraciones de una Roma que había perdido la libertad, afirma que el principal motivo de su muerte se centraba en la doctrina elaborada por Platón en su obra Fedón, en la que explana largamente la inmortalidad del alma. Séneca, en su genialidad, resume el acto en esta frase: “Ferrum fecit ut mori posset, Plato ut vellet”: El hierro (el cuchillo) hizo que pudiera morir; Platón, que lo quisiera.
Si los mismos paganos, cuando eran fieles a la razón, llegaban a estas conclusiones, ¿por qué los bautizados habremos de seguir los errores de los saduceos?


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