Dios nos habla constantemente por medio de analogías, a
través de la creación. En efecto, según escribió cierto autor, todo ser es una “palabra”
que Dios pronuncia a respecto de sí mismo. Ahora bien, dependiendo de su importancia,
esta “palabra” puede traer no apenas una mera información sino presentarnos un
verdadero padrón de vida e invitarnos a adoptarlo.
Es el caso del término madre ¡cuántas realidades sublimes encierra este concepto! Y para conocerlo mejor y profundizar en él, Cristo nos dio la mejor de todas ellas: su propia Madre, María Santísima, modelo, padrón, arquetipo de toda verdadera maternidad.
Es el caso del término madre ¡cuántas realidades sublimes encierra este concepto! Y para conocerlo mejor y profundizar en él, Cristo nos dio la mejor de todas ellas: su propia Madre, María Santísima, modelo, padrón, arquetipo de toda verdadera maternidad.
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María Santísima,
modelo, padrón, arquetipo de toda verdadera maternidad.
La figura de Nuestra Señora en cuanto Madre nos reporta de
inmediato, a la Sagrada Familia; José, María y Jesús, viviendo en esta tierra conforme todas las exigencias de la naturaleza humana, se convirtieron en el fundamento, en la meta absoluta, en el prototipo de esta institución, tal como fue idealizada en la mente del propio Dios.
Tan extraordinaria y sublime Familia se tornó, a su vez, modelo para la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo sobre los apóstoles como piedras vivas, nacida en el calvario, del divino costado del Redentor traspasado por la lanza. Y la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, establecida como sociedad visible a imagen del Cielo, se torna al mismo tiempo, modelo de sociedad para nosotros.
No obstante, la decadencia que hace siglos asola el mundo desfiguró paulatinamente la imagen de la auténtica madre y deformó, como consecuencia, la figura de la familia verdadera, al punto de poderse afirmar que ésta se encuentra hoy casi destruida.
Y como la familia es el núcleo fundamental de la sociedad, la crisis de la primera acarreó la segunda, haciendo con que muchos grupos humanos parezcan estar en sus últimos estertores. Súmese a todo esto que, poco a poco nos hemos ido acostumbrando, inclusive, a la disolución de la sociedad, característica inequívoca de los fines de una época histórica, pre anuncio de un nuevo mundo, pues el actual da muestras de estar irreversiblemente condenado.
inmediato, a la Sagrada Familia; José, María y Jesús, viviendo en esta tierra conforme todas las exigencias de la naturaleza humana, se convirtieron en el fundamento, en la meta absoluta, en el prototipo de esta institución, tal como fue idealizada en la mente del propio Dios.
Tan extraordinaria y sublime Familia se tornó, a su vez, modelo para la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo sobre los apóstoles como piedras vivas, nacida en el calvario, del divino costado del Redentor traspasado por la lanza. Y la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, establecida como sociedad visible a imagen del Cielo, se torna al mismo tiempo, modelo de sociedad para nosotros.
No obstante, la decadencia que hace siglos asola el mundo desfiguró paulatinamente la imagen de la auténtica madre y deformó, como consecuencia, la figura de la familia verdadera, al punto de poderse afirmar que ésta se encuentra hoy casi destruida.
Y como la familia es el núcleo fundamental de la sociedad, la crisis de la primera acarreó la segunda, haciendo con que muchos grupos humanos parezcan estar en sus últimos estertores. Súmese a todo esto que, poco a poco nos hemos ido acostumbrando, inclusive, a la disolución de la sociedad, característica inequívoca de los fines de una época histórica, pre anuncio de un nuevo mundo, pues el actual da muestras de estar irreversiblemente condenado.
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Una sociedad en
crisis donde muchos grupos humanos parecen estar en sus últimos estertores.
Este proceso no tiene marcha atrás. De aquí en adelante, sólo será posible
escoger entre dos formas de sociedad: de un lado el caos autodestructivo de comunidades
tribales en las cuales predominan la lucha por la supervivencia de corto plazo
y la visión naturalista de los hombres que, no creyendo en la vida después de
la muerte, se juzgan eximidos de respetar cualquier religión, norma o ley; en
el extremo opuesto, una nueva sociedad enteramente modelada a imagen y
semejanza de Dios, empeñada en realizar el plan de Él, basado en los Diez
Mandamientos, pero procurando reflejar las perfectísimas relaciones existentes
entre las tres personas divinas, de las cuales fluirán, a través de la
Santísima Virgen maravillas de perfección para todas las sociedades, familias e
individuos.
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¿O una nueva sociedad
enteramente modelada a imagen y semejanza de Dios?
Pero, al hacer nuestra opción, no olvidemos que Dios nunca desiste de sus
planes. Al final, ellos siempre se realizan, pues no hay fuerza, capaz de
resistir al Omnipotente. La verdadera alternativa, por lo tanto es otra: ¿elegimos
participar, o no de la sociedad del futuro? Toda una sociedad basada en el
ideal de familia espléndidamente representado por Jesús, María y José.
* Fuente: El modelo para la sociedad del futuro
* Fuente: