viernes, 19 de enero de 2018

Comentario al Evangelio del III Domingo del Tiempo Ordinario Año B (domingo 21 de enero) por Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP

[…] El mensaje paulino: “el tiempo está abreviado”
En la segunda lectura (I Cor 7, 29-31) dice San Pablo: “el tiempo tarda en pasar; un mes, es interminable. Entretanto, a medida que avanzamos en edad, un año parece un parpadear de ojos… Los días transcurren rápido, y para quien tiene experiencia de la vida los días se hacen cada vez más cortos,

consumiéndose en una acelerada cuenta regresiva. De hecho, ¡cuando se parte de este mundo, el tiempo es nada! Y aunque se descubra una píldora capaz de prolongar la longevidad humana hasta los 120 o 240 años, ¿qué sería esto en comparación con la eternidad? Por esto prosigue el Apóstol: vivan “los que lloran, como si no llorasen, y los que están alegres, como si no estuviesen alegres; y los que hacen compras, como si no poseyeran nada; y los que usan del mundo, como si no estuviesen gozando de él. Porque la figura de este mundo pasa” (I Cor 7, 30-31). Su intención, en estos versículos, es mostrar que, habiendo motivo, es bueno que derramemos lágrimas, que estemos alegres, adquiramos bienes, usemos las cosas del mundo, que de sí, son lícitas; pero, no depositemos en esto nuestras esperanzas, ni nos dejemos fascinar al punto de olvidarnos de Dios. Llegada la hora de la muerte el cuerpo reposará en el túmulo y el alma se encontrará delante de Dios para ser juzgada. ¿Entonces, de qué valdrá el tiempo? Sabemos que “la figura de este mundo pasa”. “¿Qué provecho tendrá aquel que cayó en pecado?  En el fondo, he aquí el mensaje paulino: “Todo lo que es legítimo puede ser hecho, pero que nadie ponga en eso su corazón. Al contrario, haga como si no existiese y tenga los ojos fijos en la eternidad”.
Dejemos todo para abrazar la santidad
Es preciso meditar en el día del Juicio, cuando todos nuestros pensamientos salgan a la superficie. Si correspondemos a la invitación de la Liturgia de este domingo,  haciendo el propósito de unirnos más al Salvador, y ser ejemplo de bien, verdad y de virtud para el prójimo, esta buena disposición pesará en la sentencia de cada de uno de nosotros.
Seguros de la bondad del Maestro, roguemos a Él que nos dé fuerzas para vencer las dificultades, pues el camino del Cielo no es fácil. Compenetrémonos de que a cada paso nos cabe procurar ser más perfectos y conformar nuestras almas con la de Él, por el principio inerrante de que, o progresamos o nos tornamos tibios. En la vida espiritual nunca estamos estancados: ¡quien no avanza, retrocede!
Monseñor Joao S. Clá Dias, EP
Pidamos pues, a San Pablo, San Pedro, San André, Santiago y San Juan que nos obtengan de Nuestro Señor Jesucristo la gracia que ellos recibieron: ¡dejar todo para abrazar la vía de la santidad, sea en la familia o en una vocación religiosa, con coraje y llenos de confianza!
(Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Librería Editrice Vaticana).
Fuente y texto completo: Comentario al Evangelio del III Domingo del Tiempo Ordinario Año B