por Mons. João Scognamiglio Clá Dias EP
[...] La gloria del católico es el combate.
La lección de la Liturgia en este inicio de Semana Santa que debemos guardar en
la memoria hasta el último suspiro: ¡somos combatientes! No somos hechos para
apoyar a aquellos que ponen su esperanza en el mundo, sino para defender a
Nuestro Señor Jesucristo. El mundo nos interesa sólo como objeto de conquista
para el Reino de Dios, pues queremos ser apóstoles, con el fin que todos los
hombres experimenten nuestra alegría de cristianos. Alegría proveniente de la
certeza, infundida por la fe en el alma, de un día recuperar el cuerpo en
estado glorioso y vivir la eternidad feliz en el convivio con Dios, con María
Santísima, con los ángeles y con los santos.
Aunque este paso hacia la bienaventuranza tenga como atrio la muerte -natural de todo hombre-, la convicción que la cruz conduce a la luz,
esto es, a la victoria y al triunfo final, torna el alma equilibrada, calma y
serena, y da fuerzas para encarar la muerte con confianza, sabiendo que al otro
lado estará Aquel que murió por nosotros en la Cruz, pronto a acogernos.
En esta Semana Santa, unámonos a Nuestro Señor Jesucristo y hagamos compañía a
la Santísima Virgen en los dolores, que a lo largo de los próximos días, se
presentarán ante nuestros ojos, con la certeza de la gloria que atrás de ellos,
espera para manifestarse.
(Mons. João Scognamiglio Clá Dias EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Tomo
I, Librería Editrice Vaticana).
Se puede publicar citando el autor.
Texto completo en: Comentario al Evangelio del Domingo de Ramos
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