Hacer
devotamente la señal de la cruz con agua bendita produce innumerables
beneficios para el cuerpo y el alma: ahuyenta a los demonios, obtiene el perdón
para los pecados veniales, puede librarnos de accidentes y hasta puede curar
enfermedades.
Un amigo sacerdote me aseguró que innumerables católicos, aun de los más
instruidos, no saben para lo que sirve el agua bendita. ¡Es una lástima! ¡Por
eso no se benefician con este precioso instrumento instituido por la Iglesia
para ayudarlos en prácticamente todas las circunstancias y dificultades de la
vida!
Hay varias formas de usarla. La más común es persignarse con ella. Otra es aspergirla
(salpicarla) sobre sí mismo, sobre otras personas, lugares u objetos. Cualquier
laico o laica puede hacer esto. Naturalmente, si lo hace un sacerdote tiene más
valor.
¿Para qué sirve?
Su efecto más importante es alejar al demonio, que “ronda como león
rugiente”, buscando toda especie de mal, como nos advierte San Pedro (I Pe
5,8). Los espíritus malignos, cuyas misteriosas y siniestras operaciones
afectan incluso las actividades físicas del hombre, quieren ante todo
inducirnos al pecado grave, que conduce al infierno. Para ello emplean todos
los recursos. A veces, por ejemplo, nos provocan un sinnúmero de molestias
físicas o psicológicas. Otras veces provocan pequeños incidentes en nuestra
vida diaria, causar enredos que parecen tener causas meramente naturales.
Por ejemplo, al momento de cumplir un deber, la persona siente un inexplicable
malestar, un inesperado desánimo, un raro dolor de cabeza... En ciertas
oportunidades, sin motivo alguno, el marido se irrita repentinamente con la
esposa, o viceversa, de eso surge una discusión y se rompe la paz del hogar. O
si no, el padre o la madre se dejan llevar por un movimiento de impaciencia y
reprenden duramente al hijo, en vez de amonestarlo con dulzura. El hijo se
rebela, sale de casa. ¡Se creó un problema!
Todo eso puede evitarse ahuyentando al demonio con una simple señal de la cruz
hecha con agua bendita. Cuando sienta usted una irritación extraña, haga la
prueba y ponga atención al efecto saludable que produce. Enseguida volverá la
serenidad.
Además, el agua bendita es un sacramental que nos alcanza el perdón de los
pecados veniales, puede librarnos de accidentes (tránsito, asaltos, caídas), y
ayuda hasta a curar enfermedades.
El agua bendita, como todo sacramental, nos invita en las diversas circunstancias
del día a invocar el socorro del Divino Espíritu Santo, para el bien de nuestra
alma y de nuestro cuerpo.
Otro beneficio muy interesante y poco conocido: se la puede usar eficazmente en
provecho de personas que se encuentran distantes de nosotros. Y aun más, cada
vez que la utilizamos para hacer la señal de la cruz por la intención de las
almas del purgatorio, ellas son aliviadas en sus sufrimientos.
¿De dónde viene ese poder maravilloso?
Viene del hecho de ser un sacramental instituido por la Santa Iglesia
Católica. El sacerdote bendice el agua como ministro de Dios, en nombre de la
Iglesia y como su representante, seguro que nuestro Divino Salvador siempre la
atenderá con benevolencia.
Es importante recordar que para que sea agua bendita debe ser bendecida por el
sacerdote según el ceremonial prescrito por la Iglesia, en el “Ritual de
Bendiciones” y en el propio “Misal Romano”.
Son hermosas y altamente significativas las oraciones para la bendición del
agua. Por ejemplo, esta: Señor, Padre Santo, dirige tu mirada sobre nosotros,
que redimidos por tu Hijo, hemos nacido de nuevo del agua y del Espíritu Santo
en la fuente bautismal; concédenos, te pedimos, que todos los que reciban la
aspersión de esta agua queden renovados en el cuerpo y en el alma y te sirvan
con limpieza. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
¡Así que no se olvide!
Es muy conveniente llevar siempre consigo agua bendita para usar en cualquier
circunstancia. Por ejemplo, santiguarse con ella al salir o entrar en la
iglesia, en casa o en el lugar de trabajo; al iniciar una oración, un trámite,
un viaje.
Para alejar del hogar la influencia maléfica de los demonios, es muy
aconsejable aspergir en la casa algunas gotas de vez en cuando. Esto puede
hacerlo cualquier persona de la familia. Claro está que pedirle a un sacerdote
que bendiga la casa es mucho mejor.
¡Por lo tanto, el agua bendita es siempre benéfica y eficaz!
¿Qué son los sacramentales?
Los sacramentales son señales sagradas instituidas por la Iglesia para
proporcionar a los fieles beneficios principalmente espirituales, pero también
temporales, obtenidos por los ruegos de la propia Iglesia.
Por ejemplo, son sacramentales: bendiciones de personas, de familias, de casas
y de objetos (agua, velas, medallas, imágenes, campanas, etc.).
Aunque los sacramentales guarden analogías con los sacramentos, son
esencialmente diferentes en dos puntos principales:
1° – Los sacramentos fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, y son
nada más que siete. En cambio, los sacramentales son instituidos por la
Iglesia, la que puede aumentar su número cuanto estime conveniente para bien de
las almas.
2° – Los sacramentos tienen el poder de producir la gracia santificante por el
propio hecho de ser administrados válidamente. Los sacramentales confieren
solamente una gracia auxiliar, por el poder de las oraciones de la Iglesia y
dependiendo de las buenas disposiciones de quien los recibe. Un efecto muy
importante de los sacramentales es el de preparar el alma para recibir la gracia
divina y ayudarla a cooperar con ella.
Por
Oscar Macoto Motitsuki
*Contenido
publicado en Revista Heraldos del Evangelio.Se
autoriza su publicación desde que cite la fuente.
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