por Monseñor João Scognamiglio Clá
Dias, EP.
[...] “No os preocupéis por el día de mañana, pues el día de mañana tendrá sus preocupaciones. Para cada día, bastan sus propios problemas”.
Preocupémonos primordialmente en santificarnos con el fin de obtener el Reino de Dios. Practiquemos las virtudes y enriquezcámonos de los bienes del Cielo con la plena confianza de que, de esta manera no nos faltarán los de la tierra. Evitemos la ruina del relativismo moral de nuestros días y cumplamos nuestros deberes diarios sin aflicciones del mañana. No nos es vedado hacer uso de una sabia y moderada prudencia en lo que corresponde a nuestra manutención. Sí no es prohibido, un destructivo nerviosismo con nuestro futuro material que nos lleve a olvidar las obligaciones de mayor actualidad e importancia, en relación al Reino de Dios.
“Para cada día, bastan sus propios problemas”, pues jamás debemos olvidarnos de la infinita bondad y cariño del Señor, de acuerdo a lo dicho en la primera lectura de hoy: “Sion decía: ‘¡El Señor me abandonó, el Señor se olvidó de mí!’ ¿Acaso puede la mujer olvidarse del pequeño hijo, a punto de no tener pena del fruto de su vientre? Si ella se olvida, Yo no obstante, no me olvidaré de ti” (Isaías 49, 14-15).
[...] “No os preocupéis por el día de mañana, pues el día de mañana tendrá sus preocupaciones. Para cada día, bastan sus propios problemas”.
Preocupémonos primordialmente en santificarnos con el fin de obtener el Reino de Dios. Practiquemos las virtudes y enriquezcámonos de los bienes del Cielo con la plena confianza de que, de esta manera no nos faltarán los de la tierra. Evitemos la ruina del relativismo moral de nuestros días y cumplamos nuestros deberes diarios sin aflicciones del mañana. No nos es vedado hacer uso de una sabia y moderada prudencia en lo que corresponde a nuestra manutención. Sí no es prohibido, un destructivo nerviosismo con nuestro futuro material que nos lleve a olvidar las obligaciones de mayor actualidad e importancia, en relación al Reino de Dios.
“Para cada día, bastan sus propios problemas”, pues jamás debemos olvidarnos de la infinita bondad y cariño del Señor, de acuerdo a lo dicho en la primera lectura de hoy: “Sion decía: ‘¡El Señor me abandonó, el Señor se olvidó de mí!’ ¿Acaso puede la mujer olvidarse del pequeño hijo, a punto de no tener pena del fruto de su vientre? Si ella se olvida, Yo no obstante, no me olvidaré de ti” (Isaías 49, 14-15).
(In Clá Dias EP, Monseñor João Scognamiglio "Lo inédito sobre los Evangelios" Volumen I, Librería Editrice Vaticana)
Texto completo en Comentario al evangelio del VIII Domingo de Tiempo Ordinario
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