Por
Bárbara Bustamante
MONTEVIDEO, 18 Oct. 2016 (ACI Prensa).- En Uruguay, un país que vive un proceso
de secularización de hace más de 100 años, existen sólo cuatro lugares de
presencia católica dentro de los centros hospitalarios públicos. Uno de ellos
es la capilla del Hospital Pereira Rossell,
que se ha convertido en una fuente
de esperanza para miles de personas que llegan al complejo afectados no sólo
por dolores físicos sino también espirituales.
“En los enfermos encontramos el rostro de Cristo y el que no vive para servir
no sirve para vivir”, afirmó Miguel Zinola, diácono permanente desde hace 15
años y a quien en septiembre de 2015 el Arzobispo de Montevideo, Cardenal
Daniel Sturla sdb, le pidió la misión de encargarse del servicio pastoral de la
capilla.Hace más de 70 años que la capilla ocupa un pequeño lugar en este gran centro hospitalario público de Montevideo, el de mayor capacidad de pacientes en Uruguay, donde se atienden mujeres, bebés y niños; y que cuenta con pabellones de pediatría, oncología infantil, maternidad, centro oncológico, entre otros.
Zinola, junto a un grupo de voluntarios, está “las 24 horas del día al servicio, porque cuando los enfermos necesitan algo no podemos decir ‘voy mañana’ o ‘voy después’. Hacemos lo posible por estar siempre e ir acompañándolos en todo lo que se pueda”.
En conversación con ACI Prensa, el diácono recordó conmovido “en noviembre de 2015, la llegada de una señora de 88 años, ciega, oncológica terminal y violada sexualmente. La acompañamos todo el tiempo, incluso festejamos con ella su cumpleaños 89, hasta que nosotros mismos le dimos cristiana sepultura meses después”.
“Fue muy fuerte pero esperanzador, porque a pesar de todo el dolor que venía sufriendo partió dignamente a la casa del Padre”, dijo Zinola.
Otra historia que lo marcó ocurrió en septiembre de 2016, cuando “acompañamos a una joven madre de tres hijos, con cáncer terminal y que su pareja la abandonó al saber que estaba enferma. No quería ver a sus hijitos porque no quería despedirse, y ellos a su vez querían verla para no sentirse abandonados como se sintieron con su padre”.
“Los últimos 6 meses de su vida fue un acompañamiento de hacerle redescubrir la fe en esta última etapa. Fue un proceso muy largo pero al fin, 48 horas antes de su partida, ella aceptó que los chicos vinieran. Le dimos a la joven unos crucifijos para que se las regalara a sus pequeños. Partió en paz”, recordó.
Miguel explicó que en el servicio de la capilla “nuestra misión y del voluntariado es ir acompañando al paciente en el proceso de su enfermedad, de su dolor y en ese acompañamiento ir descubriendo que en el sufrimiento pueden encontrar la esperanza y el consuelo de la fe”.
Señaló además que “en la capilla se trabaja con distintas parroquias, comunidades y centros de adultos mayores que tejen ropa para los recién nacidos. Acá armamos los ajuares y luego los entregamos al economato de maternidad y pediatría. También asistimos con productos de higiene o con camisones para las personas que llegan sin nada”.
Si bien “vamos acompañando desde el punto de vista material, siempre marcamos la presencia de que no solo somos unos simples voluntarios sino que buscamos transmitirles la esperanza, el consuelo y el ánimo para seguir en esta lucha que les toca a cada uno en su enfermedad”, recalcó Zinola.
Por otra parte, “a la capilla llegan muchos familiares a dar gracias a Dios por la salud de su ser querido, pero también vienen a llorar la pérdida de este. En ese caso tratamos de acompañar el proceso de duelo para que sea sanador y saludable”.
“Ver que descubren a ese Cristo que también los ama a pesar de todas sus mochilas con las que vienen cargando, nos aumenta la fe. Ver que vienen con esa fe sencilla, humilde, a ponerse en los brazos del Señor y de María y decirles ‘tú sabes lo que necesito, tú sabes lo que nos pasa’”, sostuvo el diácono.
Además, destacó “el trabajo respetuoso de los médicos ya que muchos de ellos no profesan la fe pero ven que es una parte importante porque, como siempre decimos, un paciente es menos enfermo si tiene un poco de fe, porque va asumiendo su enfermedad desde otro ángulo y eso los profesionales y directores del hospital lo ven con buenos ojos”.
“Aquí salimos a las periferias existenciales de este país, porque este complejo hospitalario es prácticamente una ciudad donde viven los más indefensos y vulnerables. Este es el grano de arena que tratamos de dar y que hace mucha falta en este país laico y casi anticlerical”, dijo Zinola.
“En Uruguay los ancianos y enfermos, como dice el Papa Francisco, están en una cuota de lo descartable”, agregó el coordinador de la capilla del Hospital Pereira Rossell.
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