Mons. Joao S. Clá Dias, EP |
“Nada de grandioso se hace de repente”, dice un proverbio latino. El más excelso de todos los sacramentos, la Eucaristía, debía ser precedido por bellas pre figuras, en una larga preparación de la humanidad a través de los siglos. En el Antiguo Testamento, una de las más expresivas de ellas fue el maná caído del cielo para los hebreos, durante los cuarenta años de travesía del desierto, en búsqueda de la tierra prometida.
En el Evangelio de hoy, vemos al
Divino Maestro multiplicar los panes para hacer patente su imperio sobre ese alimento. Después de salir, Él andará sobre las aguas en un mar encrespado, con la intención de dejar evidente cuanto dominaba su propio cuerpo. De este modo, las premisas para la institución de la Eucaristía se iban fijando en los que lo seguían, sobre todo en las almas de los Apóstoles.
Por otro lado, el rico sabor y la alta calidad de los panes y peces distribuidos por Jesús, dejaron a la multitud ansiosa por comerlos nuevamente. Y cuando Jesús dijo a los que fueron beneficiados por el milagro: "Moisés no os dio el pan del cielo (...) el pan que desciende del cielo y da vida al mundo", ellos le pidieron: "¡Señor, dadnos siempre de este pan!”
Es insuperable la didáctica de Jesús al iluminar así la inteligencia de sus discípulos, tocar sus corazones y mover sus voluntades hacia un ardiente deseo de la Eucaristía. Método perfecto, tal cual lo recomienda Santo Tomás de Aquino.
Después de eso, con soberana autoridad y divina unción, Él declara: "Yo soy el Pan de Vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el Pan que descendió del cielo para que el que de él coma, no muera. Yo soy el Pan Vivo bajado del Cielo. El que coma de este Pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la salvación del mundo”.
¿Quién más podría unir la autoridad grandiosa a la total simplicidad? Con mucha propiedad, así se expresa Bossuet sobre este aspecto de Jesús: "¿Quién no admiraría la condescendencia con que suaviza la elevación de su doctrina? Es leche para los niños y, al mismo tiempo, pan para los fuertes. Lo vemos lleno de los misterios de Dios, pero se percibe que no está poseído como los demás mortales a los que Dios se comunica: habla de ello naturalmente, como habiendo nacido en ese secreto y en esa gloria; y lo que Él tiene sin medida, Él lo da con medida, con el fin de que nuestra debilidad pueda soportarlo”.
Por eso, importa convencernos en dejarnos guiar por las enseñanzas de Jesús, pues Él no quiere sino nuestra felicidad eterna y con prodigalidad: “Yo vine para que tengan vida, y la tengan abundantemente”.
(Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editríce Vaticana)
Texto completo: Comentario al Evangelio del 17° Domingo del Tiempo Ordinario - CicloB- por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP
* Fundador de los Heraldos del Evangelio