Nos están “robando” el espacio que tenemos reservado
para los nuestros y para Dios. ¿Cómo enfrentar la competencia de la pantalla?
En la segunda mitad del siglo pasado, hemos vivido la
manifestación del que llegó a ser llamado: “rey” de la familia. Su presencia le
quitó protagonismo a quien era el centro del convivio: el padre, el auténtico
rey de la familia. Ese nuevo “rey” era el televisor; recibido a sus inicios con
alegría pero, al percibirse que producía una concreta adicción, produjo una
seria preocupación. Llegó a constatarse que un niño - para hablar de ellos -,
podría pasar más de 6 horas diarias frente a esta pantalla.
En nuestros días, con
el avance de la tecnología, las pantallas se achicaron.
No están estáticas en la sala principal de la casa, ni en los dormitorios.,
¡Están en nuestras manos! Las llamadas redes sociales se han transformado en
una verdadera “red” – aparejo hecho para pescar, cazar, cercar, sujetar –, que
nos rodea; subrepticiamente penetra en medio de nuestras personas, nos sentimos
obligados a estar permanentemente conectados, perdemos la libertad en lo íntimo
de nuestra existencia. Hay que opinar, hay que mostrarse, hay un uso casi
inconsciente de las redes. Estamos a todo momento, sea en el trabajo, en la
universidad, en la escuela, en la calle, en el carro, ¡en la casa!, presionados
a estar conectados.
El ‘me gusta` es el amén digital, - dice en su libro “Psicopolítica” el
filósofo coreano Byung-Chul Han - la hipercomunicación digital destruye el
silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma."
En el mundo surgen nuevas corrientes, relata Federico Kusko, en documentado
artículo (La Nación, Buenos Aires, 15-01-2017) alertando de la adicción a las
redes, haciendo una apología de la desconexión. Estos movimientos promueven una
desintoxicación digital parcial, como la ONG Reboot. Es así que miles de
personas alrededor del mundo se comprometen a apagar su celular y computadora
durante 24 horas y conectarse con sus seres queridos, salir al aire libre y disfrutar
del silencio. Singularmente llamado: “día de la abstinencia digital”.
Refiere este articulista que otro movimiento, The Digital Detox Manifesto,
advierte que el “impacto psicológico,
social y cultural negativo es real. La presión cultural para chequear
constantemente los mensajes y mantenernos al día con las noticias a menudo nos
abruma y frustra, sin dejarnos tiempo para respirar. Entre sus propuestas
están: "evitar la tecnología”, "conectarse con los seres
queridos", "nutrir la salud", "salir", "evitar el
comercio", "encontrar el silencio". “Las cosas deben cambiar”; sin embargo, la
desconexión total parece imposible.
Resulta preocupante la estadística, para hablar de un lugar, El Reino Unido, en
que la mitad de los adultos admite estar “completamente enganchados” a sus
teléfonos “inteligentes”, y el 80 % dice que lo primero que hacen en la mañana
es comprobar su teléfono. El problema es… volver a conectarse con uno mismo,
para dejar un espacio para Dios y para los nuestros.
Estamos en presencia de una nueva adicción. Importantes psicoterapeutas
alertan, como Nancy Colier - autora de “El poder de apagado: La manera
consciente de permanecer sano en un mundo virtual”- afirma duramente que: “La
tecnología es nuestra nueva droga. Estamos digitalmente borrachos".
Se espantará el lector, pero también en otro artículo, singularmente intitulado
“El mundo desenchufado”, informa que estudios realizados por el Centro
Internacional de Medios de Comunicación, en Sallzburgo, revelaron que, de mil
universitarios consultados en diez países, estos consideraron que los celulares
se habían convertido literalmente en una extensión de sus cuerpos, que si les
faltasen, sentían que habían perdido parte de sí mismos. Ante la como que
imposibilidad de desconectarse, el sociólogo suizo Urs Stäheli habla de: “abrir
espacios de esporádica desconexión y calma para, lograr conectarse con uno
mismo”.
Expresivo es el comentario, del articulista Fabrizio Piciarelli: “somos muchos
los que pasamos el tiempo más con la cabeza hacia el smartphone que con los
ojos hacia el cielo o mirando otros ojos”, corriendo “el riesgo de caer en la
trampa de la dependencia del móvil y de la sobredosis digital” (almudi.org).
Manfred Spitzer, catedrático de Psiquiatría, especialista en Neurociencia y director
de la Clínica Psiquiátrica de Ulm (Alemania), afirma que en el siglo XXI, con
las nuevas tecnologías perderemos memoria. Autor del libro “Demencia Digital”,
explica en una entrevista al diario ABC de España que “el cerebro es perezoso,
prefiere lo interactivo al papel”. Por lo que, los nativos digitales -nacidos
en la era de Internet-, “no serán capaces de retener nada en la memoria, serán
superficiales, incapaces de reflexionar y tener una comunicación real, cara a
cara”. Exhortando a no dejar que los dispositivos reemplacen el trabajo
cerebral, pues, “la gente empieza a
cliquear más que a leer. Leer es bueno, cliquear no. Leer supone esfuerzo,
cliquear no".
Se está produciendo lo que algunos llaman de “agotamiento virtual”; por eso, no
son pocos los que intentan desprenderse de las redes sociales, para ser más
felices y menos preocupados. No está
claro, me parece, para todos los usuarios de las redes sociales, que hay un
deseo de lucir las cosas de nuestra vida personal, para sentirse que somos
parte de un conjunto humano.
Enric Puig Punyet, en su libro “La gran adicción”, refleja la actitud de no
pocos ante internet: “no es la solución a sus problemas, sino que en muchos
casos es un problema más; las redes sociales no son herramientas neutras, sino
una plataforma que genera adicción”.
Se bautizó “phubbing” a la acción de interponer el smartphone mientras se
conversa con otra persona. La palabra surge de la unión entre phone (teléfono)
y snubbing (menospreciar). ¡Si hasta lo llaman de “síndrome de la cabeza
gacha”!
Otro libro, “Buenos modales, buenos negocios”, de Edith Cortelezzi, llega a
expresar su molestia porque, “la tecnología hizo olvidar reglas básicas de
cortesía, como mirar a los ojos a quien nos habla”.
Hemos saltado de la TV a la computadora de escritorio, de ésta para la
notebook, y de ahí a los celulares, que están pegados o que “forman parte de
nuestros cuerpos”.
“Ut mentes nostras ad caelestia desideria érigas” (Elevad nuestros pensamientos
a las cosas celestiales), dice la antigua y bella jaculatoria, breve oración,
con la que la Santa Iglesia nos invita a enfrentar esta “competencia” de la
pantalla, que nos está robando la relación con Dios Nuestro Señor y con el
prójimo. Y así, miraremos, y amaremos bien a quienes nos rodean. Recordemos la
frase de la virtuosa señora brasileña Doña Lucilia Ribeiro dos Santos: “vivir
es: estar juntos, mirarse y quererse bien”. Huyamos de la “cabeza gacha”,
mirémonos a los ojos, y nos amemos unos a los otros, y así elevaremos nuestras
miradas a las cosas celestiales.
Publicado por La Prensa Gráfica, 1º de junio de 2017. El Salvador
padrefernandogioia@heraldos.info
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