Escribe
Monseñor Pablo Galimberti (obispo de Salto, Uruguay)
Los editores del Oxford English Dictionary eligieron un término recién nacido,
“post-verdad”, palabra del año 2016.¿Se licuó la verdad? ¿Se eclipsaron los dogmas, los noticieros se pulverizaron? ¿Se vaciaron los ceremoniales de esposos, magistrados, presidentes…? La familia ¿forma personas responsables? ¿Podrán enseñar los docentes? ¿En quién confiar? ¿Habrá garantía cuando el supermercado pone fechas de vencimiento? ¿Vale todavía la regla de oro del periodista: los hechos son sagrados, las opiniones libres?
Según los editores del Diccionario, la post-verdad crece cuando “los hechos objetivos inciden menos en la formación de la opinión pública, que el reclamo de las emociones y creencias particulares”.
La post-verdad no es un fenómeno incontrolable. Crece mediante acciones reiteradas, como por ej.: fomentar la violencia verbal (hate speech), ridiculizar las voces de las instituciones, fomentar emociones y creencias individuales, insinuar sospechas sobre hechos o inventar noticias sin fundamento (fake news).
Un periodista compatriota tituló un libro: “Mentíme que me gusta”. También hay canciones con idéntico estribillo. En el escenario familiar he visto que se repite algo similar frente a un enfermo grave. ¿Dosificar la verdad o negarla? “¡Pronto vas a levantarte y nos comemos un asado!”.
Se ha instalado la expresión y la práctica de lo “políticamente correcto”, cuando se esquiva llamar a las cosas por su nombre. Para respetar a un recolector de basura no alcanza llamarlo “operador ecológico”. La joven que colabora en una familia no es la empleada sino la “colf” (colaboradora familiar). Ejemplos de Italia. Aunque el uso “por decreto” tampoco resulta. Prefiero las cosas por su nombre. Abortar no es “IVE” (Interrupción Voluntaria Embarazo).
El cambio de sensibilidad se refleja también en los pronósticos del tiempo cuando distinguen entre temperatura y sensación térmica. Y uno no sabe qué abrigo elegir. Porque el mundo de las sensaciones sugiere una variadísima gama. Hay gente que tolera mejor el calor y otra que fácilmente se sofoca. Tenemos sensores distintos.
Un campo fértil donde prospera la post-verdad son las redes sociales. “Inventan” sucesos y propagan temores. Esto puede estar muy lejos de los hechos, porque priorizan emociones y opiniones. Es el lenguaje de los populismos, que prosperan en tiempos críticos. En el tiempo de la post-verdad importa poco controlar si una noticia es falsa. Si así fuera, pero es compartida por muchos, se asume como verdadera. Cuando leemos una noticia en la web ¿cuántos se preocupan de controlar su autenticidad?
El Papa Francisco sabe que las noticias verdaderas crecen junto con las falsas. En el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones de este año, citó a un autor cristiano, Casiano. “Ya nuestros antiguos padres en la fe –afirma- hablaban de la mente humana como de una piedra de moler en los antiguos molinos que, movida por el agua, no puede ser frenada. El operario puede decidir si muele grano o cizaña. La mente del hombre está siempre en acción y no puede dejar de “moler” lo que recibe. Pero nos toca decidir qué tipo de grano le proporcionamos.
Francisco invita a los comunicadores (de un modo u otro todos lo somos) a distinguir y a moler grano bueno, para producir cada día “pan sabroso”. Se trata de una elección libre, consciente y responsable. La alternativa es moler cizaña.
Columna publicada en el Diario “Cambio” del viernes 23 de junio de 2017.
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