domingo, 18 de junio de 2017

COMENTARIO AL EVANGELIO - CORPUS CHRISTI (domingo 18 de junio)

Por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP
[...] El sagrario más excelso
Es posible que, al llegar a este punto de la lectura, sintamos que la conciencia nos acusa. Volvámonos entonces hacia la Santísima Virgen, en cuyo claustro virginal —el más perfecto de los sagrarios— el Niño Jesús vivió durante nueve meses.
No es difícil imaginar su estado de espíritu en ese período de gestación. Por más que estuviese ocupada con sus labores cotidianas o conversando con otras personas, todo su ser se concentraba en el divino Huésped que llevaba dentro de sí.

¡He aquí el verdadero recogimiento! Todos sus pensamientos, sentimientos y emociones convergían en Jesús, y, fuertemente apasionada por Él, lo adoraba en cuanto Dios y lo amaba en cuanto hijo suyo. Fue la única madre que pudo amar a su hijo con total intensidad sin el menor recelo de amarlo más que a Dios... ¡porque era el propio Dios! Abismada en su humildad y en el completo olvido de sí misma, se consideraba como “Aquella que no es”, y reverenciaba continuamente a “Aquel que es”, en su seno purísimo. Magnífico espectáculo de modestia y excelsitud inconcebibles. Un corazón materno hecho de magnanimidad, del que suben y bajan movimientos grandiosos, semejantes a las olas del mar o al sonido de melodías celestiales... Unas veces se eleva en un arrebato por el ser Infinito, otras se inclina lleno de ternura sobre el pequeño Infante.
También yo, cuando comulgo, acojo en mi interior al Verbo Encarnado con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y allí permanece como en un trono, durante cierto tiempo. Con los ojos fijos en el ejemplo marial de compenetración y gratitud a Dios, me golpearé el pecho implorando perdón a Jesús por todas mis comuniones gélidas y, dirigiéndome a la Santísima Virgen, le pediré: “Oh María, que identificabas tu pensamiento con el del Señor; que armonizabas tu vida con la suya; ¿qué piensas, Madre mía, de mi indiferencia para con Aquel que, siendo mi Creador y Redentor, me has dado por hermano? Oh Madre mía, tú que amas tanto a Jesús, haz que yo lo ame. Tú que lo puedes todo ante el Señor, obtenme que Él se apodere de mi corazón. ¡Amarlo es todo! ¡Adorarlo es todo! Si lo amo como debo, a ejemplo tuyo, la Eucaristía será el centro de mi existencia, el lugar sagrado de mi felicidad, la fuente de mi generosidad. Oh Madre mía, que esa sea tu obra en mi alma”

(Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Tomo I, Librería Editrice Vaticana).
Artículo completo en: COMENTARIO AL EVANGELIO - CORPUS CHRISTI

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