viernes, 11 de mayo de 2018

Comentario al Evangelio de la Solemnidad de la Ascención (domingo 13 de mayo) por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP (*)

[…] Llamados a ser modelos para el prójimo
La solemnidad de la Ascensión nos coloca ante la responsabilidad recibida en el día del Bautismo: la de ser verdaderos apóstoles, pues no somos criaturas independientes del orden del universo, pero "fuimos entregados en espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres" (I Cor 4, 9).
Vivimos en sociedad, en una relación constante con otras personas, con nuestra familia y amigos, en el ambiente de trabajo y donde nos movemos. Por eso, tanto en el hogar como en una comunidad religiosa, nos acompaña la obligación serísima, sublime y grandiosa de ser modelo para los demás. Cada uno es llamado a representar algo de Dios que no cabe a ninguna otra criatura, sea ella ángel u hombre. Predicar el Evangelio no es sólo enseñar, es también dar buen ejemplo, mucho más elocuente que cualquier palabra. En la vida religiosa o en el seno de la familia, todos deben procurar vencer sus malas inclinaciones y edificar al prójimo, buscando su santificación.
Así como San Pablo deseaba despertar en los efesios la esperanza de un día alcanzar la gloria, la Iglesia, a través de la Liturgia, quiere que sintamos en el fondo del alma lo que Dios preparó para gozar en la eternidad, conquistado por Nuestro Señor Jesucristo en el día de la Ascensión.
¿De qué valen las aflicciones terrenas sobre cosas transitorias? ¿De qué vale gozar los placeres que el mundo puede ofrecer? ¿Acumular honores, aplausos, beneficios, y al llegar la hora de dejarlo todo, y presentarnos con las manos vacías ante Dios?
Aprovechemos esta Solemnidad para hacer el propósito de abandonar todo apego al pecado que nos aleja de este objetivo y nos quite “la esperanza que su llamado os da […], la riqueza de la gloria que está en vuestra herencia con los santos". A este respecto, conviene recordar el consejo de San Agustín: "Piensa en Cristo sentado a la derecha del Padre; piensa que vendrá para juzgar a los vivos ya los muertos. Es lo que indica la fe; la fe se radica en la mente, la fe está en los cimientos del corazón. Mira a quien murió por ti; míralo cuando asciende y ámalo cuando sufre; mírale al ascender y aférrate a Él en su muerte.  Tienes una garantía de tan gran promesa hecha por Cristo: lo que Él hizo hoy - su Ascensión - es una promesa para ti.
Debemos tener la esperanza que resucitaremos y ascenderemos al Reino de Dios, y allí estaremos para siempre con Él, en una vida sin fin, alegrándonos sin ninguna tristeza y viviendo sin cualquier enfermedad”. [14] Que la fe y la esperanza alimenten nuestra alma en el arduo camino del cristiano de nuestros días, y con esta llama siempre encendida enfrentaremos las necesidades. El mandato de evangelizar nos invita a subir místicamente con Nuestro Señor a la Patria Eterna, para donde iremos después de la resurrección en cuerpo y alma. Pidamos por medio de Aquella que fue asunta a los Cielos, María Santísima, que seamos allí conducidos, celebrando exultantes este misterio.
[14] SAN AGUSTÍN. Sermón CCLXV/C, n.2. In: Obras, op. cit., v.XXIV, p.704.


(Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. II Librería Editrice Vaticana)
Texto completo en: Comentario al Evangelio de la Solemnidad de la Ascención por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

(*) Fundador de los Heraldos del Evangelio