[…] IV
– “Esforzaos por alcanzar las cosas de lo alto”
33 Jesús anunciaba la Palabra usando muchas parábolas como éstas, según ellos podían comprender. 34 Y sólo les hablaba por medio de parábolas, pero cuando estaba solo con los discípulos, lo explicaba todo.
Dios respeta lo que creó; así, habiendo dado al hombre la libertad, no la coarta, imponiéndole sus designios. Por el contrario, siempre le permite adherir al bien, sin
coaccionarlo en nada. Claro está que, rechazando el hombre las vías del bien y optando por las del mal, pierde su libertad. Dios procede de esta manera para premiarlo con sus dones y beneficios.Esta es una de las razones esenciales que llevaron a Nuestro Señor Jesucristo a enseñar a través de parábolas, en lugar de usar un lenguaje directo y coercitivo. En vista de la parábola, fácilmente alguien podrá dar una interpretación diferente a la real, y con ello no volverse tan condenable como si se rechazara de manera categórica una invitación de Dios. La parábola es el mejor de los medios para permitir el uso meritorio de la libertad que Él concedió al hombre.Por eso Nuestro Señor hablaba a todos a través de metáforas, y en la intimidad auxiliaba la inteligencia de los Apóstoles, explicándoles el significado más profundo de todo lo que había dicho. Así los Apóstoles, robustecidos por la gracia creada por Él e infundida en el fondo de sus almas, se veían con más posibilidades de adherir virtuosamente a todas las invitaciones que Cristo hacía de forma muy genérica e insinuada a la opinión pública que lo oía.Quien, analizando esas dos parábolas bajo el punto de vista meramente humano, no subiese hasta el significado más alto de ellas, circunscribía su capacidad de relacionarse con Dios y estaría más preocupado por las cosas "de aquí abajo" y no con las "de "allá arriba" (Juan 8, 23). Estaría, pues, fuera del consejo que nos da San Pablo: "Si has resucitado con Cristo, esforzaos por alcanzar las cosas de lo alto, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspira a las cosas celestes, y no a las cosas terrestres" (Cl 3, 1-2).
33 Jesús anunciaba la Palabra usando muchas parábolas como éstas, según ellos podían comprender. 34 Y sólo les hablaba por medio de parábolas, pero cuando estaba solo con los discípulos, lo explicaba todo.
Dios respeta lo que creó; así, habiendo dado al hombre la libertad, no la coarta, imponiéndole sus designios. Por el contrario, siempre le permite adherir al bien, sin
coaccionarlo en nada. Claro está que, rechazando el hombre las vías del bien y optando por las del mal, pierde su libertad. Dios procede de esta manera para premiarlo con sus dones y beneficios.Esta es una de las razones esenciales que llevaron a Nuestro Señor Jesucristo a enseñar a través de parábolas, en lugar de usar un lenguaje directo y coercitivo. En vista de la parábola, fácilmente alguien podrá dar una interpretación diferente a la real, y con ello no volverse tan condenable como si se rechazara de manera categórica una invitación de Dios. La parábola es el mejor de los medios para permitir el uso meritorio de la libertad que Él concedió al hombre.Por eso Nuestro Señor hablaba a todos a través de metáforas, y en la intimidad auxiliaba la inteligencia de los Apóstoles, explicándoles el significado más profundo de todo lo que había dicho. Así los Apóstoles, robustecidos por la gracia creada por Él e infundida en el fondo de sus almas, se veían con más posibilidades de adherir virtuosamente a todas las invitaciones que Cristo hacía de forma muy genérica e insinuada a la opinión pública que lo oía.Quien, analizando esas dos parábolas bajo el punto de vista meramente humano, no subiese hasta el significado más alto de ellas, circunscribía su capacidad de relacionarse con Dios y estaría más preocupado por las cosas "de aquí abajo" y no con las "de "allá arriba" (Juan 8, 23). Estaría, pues, fuera del consejo que nos da San Pablo: "Si has resucitado con Cristo, esforzaos por alcanzar las cosas de lo alto, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspira a las cosas celestes, y no a las cosas terrestres" (Cl 3, 1-2).
Parábola del sembrador que es relatada en el Evangelio de este domingo |