Sin embargo, tengamos presente que nuestro Señor Jesucristo vendrá para juzgar a los vivos ya los muertos. Entonces, a una voz de comando de Él, en un solo instante, las almas reencontrarán los cuerpos, auxiliados por los Ángeles de la Guarda que se encargarán de reunir las cenizas. [12] Mientras peregrinamos en este valle de lágrimas,
recordemos que sólo hay dos caminos al final de los cuales nos espera la eternidad feliz en el cielo o la padeciente e infeliz, en el infierno. ¡No hay una tercera vía!
Después de nuestra resurrección, cuando al final salgamos de este "huevo", la contemplación de Dios nos llenará de tanta alegría y consuelo que no habrá más posibilidad del menor sufrimiento. Será un gozo espiritual, ya que nuestros ojos carnales no se han hecho para ver a Dios. No obstante, es necesario que el cuerpo acompañe el alma en este estado, dada la entramada unión existente entre ambos.
Así, él se volverá espiritualizado y a tal punto el alma lo dominará que, por un simple deseo, ésta elaborará sus propias ropas sin necesidad de recurrir a ilustres sastres. En el exterior se verán las maravillas puestas en el interior por un don divino, como afirma San Pablo, aún en la segunda lectura: "Cuando Cristo, vuestra vida, aparezca en su triunfo, entonces vosotros aparecéis también con él, revestidos de gloria" (Col 3, 4). La resurrección producirá en cada bienaventurado una gran transformación que no nos reconoceremos más.
Es el futuro que nos aguarda, tan superior a cualquier expectativa que no somos ni siquiera capaces de pensar cómo será.
Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP. |
(Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios”, Volumen II Librería Editríce Vaticana).
12) Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, op. cit., Suppi., q.77, a.4, ad 4.
Fuente y texto completo: Comentario al Evangelio del Domingo de Pascua de Resurrección por Monseñor Joao S. Clá Dias, EP.