viernes, 16 de marzo de 2018

Comentario al Evangelio del 5º Domingo de Cuaresma – Ciclo B (domingo 18 de marzo) por Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP.

[…] La voz del Padre se hace oír.
Con su muerte, Jesús quería sobre todo la gloria del Padre.
“Padre, glorifica tu nombre”. Con su muerte, Jesús quería sobre todo la gloria del Padre, y éste oyó su oración: “Vino una voz del cielo; ya lo glorifiqué y volveré a glorificarlo. La multitud que allí estaba, al oír esto, decía haber habido un trueno. Otros replicaban: Un ángel le habló. Jesús dijo: Esa voz no vino por mí, sino por vuestra causa" (Juan 12, 28-30).
Esta fue una de las tres ocasiones en que el Padre se

manifestó públicamente, según narra el Evangelio (las otras dos fueron en el bautismo del Señor y en su transfiguración), siempre en el sentido  de glorificar el Hijo. Aquí Él se dirige a todos los hombres, anunciando el triunfo del Verbo Encarnado, y dando a Jesús ocasión a contemplar, con la luz de la ciencia divina, los frutos de su Pasión: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora será lanzado fuera el príncipe de este mundo. Y cuando me levante de la tierra, atraeré a todos los hombres a mí. Sin embargo, decía esto, significando de qué muerte había de morir" (Juan 12, 31-33).
"Juicio de este mundo" aquí significa, según comenta San Agustín, cuánto el poder del demonio sobre los redimidos sería quebrado por Jesús. Y Fillion añade: "El Salvador contempla su futura victoria sobre todos sus enemigos como si fuera ya una realidad. Viene el mundo perverso, este su adversario poderoso, ya juzgado y condenado; ve el príncipe de este mundo, es decir, Satanás, expulsado de la mayor parte de sus dominios, gracias a la conversión de los gentiles. (…) Jesús olvida las humillaciones y los dolores del suplicio, para no pensar sino en sus felices consecuencias”.
Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP.
Dos lecciones.
El Evangelio de este 5° Domingo de Cuaresma nos trae dos bellas e importantes lecciones: para la gloria de Dios, no sólo debemos aceptar el sacrificio de nuestra propia vida, sino también apartarnos de la vanagloria; y, si es necesario, buscar la verdadera gloria para el bien de los demás y de nosotros mismos. “Christianus alter Christus” (el cristiano es otro Cristo). Tenemos la obligación de ser otros Cristos en lo que se refiere al fin último para el cual fuimos creados y redimidos: "ad mayormen Dei gloriam", para la mayor gloria de Dios, conforme al lema escogido por San Ignacio de Loyola para su Compañía de Jesús.
(Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP in "Lo inédito sobre los Evangelios", Volumen II, Librería Editrice Vaticana.


Fuente y texto completo: 
Comentario al Evangelio del 5º Domingo de Cuaresma - Ciclo B.