Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP. |
Dispuso Dios que las figuras del cordero, del rebaño y del pastor faciliten al hombre la comprensión de la necesidad del apostolado. En su sustancia simbólica, ellas refuerzan principios enunciados a lo largo de la Sagrada Escritura: “E impuso a cada uno de los deberes para con el prójimo" (Eclesiástico 17, 12).
En cuanto a Jesús, somos corderos; es nuestra obligación moral y religiosa reconocerle la voz y seguirle los pasos. Pero muchas veces somos llamados a representar el papel de pastores para con nuestros hermanos, deber de caridad, como nos enseña San Pedro: "Cada uno, según lo que ha recibido, comuníquelo a los demás, como buenos dispensadores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4, 10). Si así no procedemos, seremos juzgados como el siervo malvado y perezoso de la parábola de los talentos (cfr. Mateo 25, 14-30).
El Buen Pastor, fresco en las catacumbas de Santa Priscilla. |
Recurramos a la Madre del Buen Pastor
“María es la estrella en la nueva evangelización”, nos recuerda San Juan Pablo II. Quien quiera tener éxito en este sublime emprendimiento de atraer a sus cercanos al rebaño de Jesucristo, no puede dejar de poner sus trabajos y su propia persona bajo la protección y la orientación de la Madre del Buen Pastor.
En las catacumbas de Santa Priscilla, en Roma, se puede ver, bien conservada, una pintura que representa Nuestro Señor como el Buen Pastor. Significativamente, Él lleva en sus hombros la oveja descarriada y camina hacia su Madre, en cuyas manos va a entregársela.
Pidamos a ese Corazón Maternal e Inmaculado que nos conduzca al Buen Pastor, y así podamos cumplir con santidad nuestros deberes de apostolado hacia nuestros hermanos.
(Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana)
Texto completo: Comentario al Evangelio IV Domingo de Pascua por Monseñor JoaoScognamiglio Clá Dias, EP.