Algunas personas aparentemente "eruditas" polemizan
con los Heraldos del Evangelio y dicen que sólo se puede tratar a alguien como santo
después de que esa persona sea canonizada.
Pero esto no tiene sentido alguno.
“Santo” no quiere decir “canonizado” o “beatificado”. De
hecho, la Iglesia otorga tales títulos a las personas ya fallecidas y que
tengan FAMA DE SANTIDAD antes de su canonización.
Foto superior: Dr. Plinio Corrêa de Oliveira rodeado de jóvenes discípulos. Foto inferior: San Pío de Pietelcrina con novicios y seminaristas capuchinos. |
En otras palabras, ¡estas personas DEBEN ser conocidas y
tratadas como santos antes de que la Iglesia hable!
¿Y qué cambia con estos santos cuando la Iglesia los
canoniza?
Lo que cambia es que ganarán el “honor de los altares” y
podrán ser venerados públicamente en la liturgia católica.
Para pánico de los burócratas de la fe, es tan simple como
eso.
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"Revestidos de Jesucristo e imbuidos de su Espíritu,
los cristianos son santos y, por tanto, están habilitados y empeñados en
manifestar la santidad de su ser en la santidad de todas sus acciones”.
(JUAN PABLO II. Christifideles laici,
n.16: AAS 81 (1989), 418.)
“En la primera Carta a los Corintios, San Pablo se dirige “a
los santificados en Jesucristo, llamados a la santidad” (I Cor 1, 2). De hecho,
el cristiano ya es santo, porque el Bautismo lo une a Jesús y a su misterio
pascual”.
(BENEDICTO XVI. Ángelus, 1/11/2007.)
“Los verdaderos
santos se dejan guiar, a cada paso, por la inspiración del Espíritu Santo, que
los rige y gobierna enteramente. Cuando ellos rechazan los homenajes, practican
la virtud de la humildad; cuando los aceptan, practican la simplicidad
evangélica. Ambas cosas están bien. San Pablo dice: "Aquellos que son
gobernados por el Espíritu Santo, estos son los hijos de Dios" (Rm 8, 14).
Y el Profeta Isaías escribe: “Decid al justo: está bien” (Is 3, 10).
(FRAY ANTONIO ROYO MARÍN, OP)
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