Después del virus, comenzaron los tiros. ¿Entre virus y tiros, quién sobrevivirá?
Con gran expectativa, la humanidad aguarda el lanzamiento de la vacuna contra el coronavirus. Sorprendido, el mundo asiste a las manifestaciones públicas que surgen de los más variados rincones del planeta. Perplejos, los católicos, pueden ir al trabajo, salir a la calle, al mercado, a los comercios, a los ómnibus, a los restaurantes, pero no pueden ir a la iglesia. ¿Por qué?
Es enteramente comprensible que un país tome medidas de
seguridad al enfrentar una epidemia. Una de las primeras medidas sería estudiar
las características del virus, sus consecuencias, su modo de contagio y,
forzosamente, su vacuna. Mientras esto no sucede, las manifestaciones públicas
comienzan a registrar el nuevo modo de un país perder sus habitantes. ¿Si el
virus no es capaz de exterminar las personas, la policía se hará cargo? Es una
interrogante que ya comenzó a perturbar el sueño de muchos. Afligidos, algunos
van más allá: "¿estamos en la inminencia de una guerra civil?"
¡Qué no daríamos por un socorro que nos viniese del cielo!
¿Después
de los tapabocas vendrán los chalecos antibalas?
¿Si logramos escapar ilesos del virus, conseguiremos igualmente esquivar los tiros? ¿Siendo así, quién será capaz de tomar el control de la situación? ¿Será que después de los tapabocas vendrán los chalecos antibalas? Tal es la confusión en nuestros días, que se hace simplemente imposible esbozar una respuesta.
Espejo característico de “estado de cosas” son los intentos
de “implementar el caos” por medio de protestas en los Estados Unidos, cuando a
las personas se les quita la libertad gradualmente. De cualquier modo, viniendo
o no una eventual guerra, los católicos continúan perplejos, sin sacramentos,
sin orientación, sin instrucción y, sobre todo sin explicación. Por esto, será
frecuente el riesgo que ahora haya una "secuencia de agendas, de destrucción,
de violencia, con el pretexto de que estamos defendiendo el bien".
Qué es
realmente necesario: ¿el cuidado del cuerpo o del alma?
Por último, es de preguntarse qué es realmente necesario: ¿el cuidado del cuerpo o del alma? ¿Entonces sería mejor que seamos como los rabinos del siglo primero, llamados por Jesús de sepulcros blanqueados: blancos por fuera, podridos por dentro? (Cf. Mt 23, 27).
Nuestro Señor Jesucristo reprendió magníficamente a los
maestros de la ley y a los fariseos de su tiempo: ojalá sus palabras eternas
sirvan para nuestros días. Dios nos libre de estar más preocupados con la salud
material que con la vida eterna, para que seamos igualmente recriminados por
Dios con aquellas palabras:
“¡Guías ciegos! ¡Filtran un mosquito pero se tragan un
camello. Terminan, pues colmando la medida de sus padres!” (Cf. Mt 23, 24-33).
Después de todo: “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas”
(Jn 10, 11b).
Por Cícero Leite
Traducido del original en portugués: Vacinas, bombas e rabinos
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