sábado, 8 de septiembre de 2018

Comentario al Evangelio del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (domingo 9 de septiembre) Ciclo B, por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP*


[…] El remedio: acercarse a Él
Jesús cura milagrosamente al sordo
A esta altura nos preguntamos: “¿Cuál es el remedio para esto?” Lo encontramos en el Evangelio de este domingo: el sordo mudo es presentado a Jesús, pues sólo el poder de Dios ha de sanar a quien llega al estado de sordera y de mutismo espiritual. Por lo tanto, no se trata de huir de él, sino de ir a buscarlo. A aquel, Nuestro Señor lo llevó aparte. Detalle simbólico, porque en medio del tumulto del mundo, de las atracciones de la sensibilidad y de las ilusiones del demonio, es imposible para un sordo darse cuenta de su situación espiritual. Por tal motivo, hay que sacarlo de las ocupaciones moralmente peligrosas, separarlo de las malas relaciones, llevarlo a desapegarse de todo lo que lo aleja de Dios.
Es decir, la primera condición para la curación es unirse a Dios y apartarse del mundo.
Para perseverar en medio de la decadencia moral de la sociedad actual, es indispensable no abandonar nunca la mano extendida por Cristo y pedir que el dedo divino, símbolo del poder de Él, sea llegue a nuestros oídos.
Además, pidamos una infusión de la sabiduría de Nuestro Señor Jesucristo, representada por su saliva, pues sin ella, de nada serviría recuperar la audición y el habla.
Jesús nos toca, a través de los sacramentos. Si Él curó con la saliva, ¡imaginemos cuál no será el efecto de la Eucaristía –que es Él en sustancia- si la recibimos con fe y apertura de alma!
¡Recuperada la voz, hablemos sobre Él para todos!
Finalmente, no nos olvidemos que Él, “mirando hacia el Cielo, suspiró”. Es la manifestación de su deseo que tengamos los ojos puestos continuamente en lo alto. ¡Sólo así - a la orden de Él, "Efatá" - es que los oídos se abren y la lengua se suelta para empezar a hablar sin dificultad!

Como aquellos que asistieron al portentoso milagro del Evangelio, debemos salir propagando sus maravillas para para poner al mundo entero junto a la misericordia usada para con nosotros, como mejor modo de reparar las faltas cometidas y ser agradecidos con quien nos sanó.
Principalmente, nunca guardemos en el fondo del alma lazos con la fuente de nuestras maldades y con las ocasiones que nos llevan a pecar.
Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP

Que la Santísima Virgen nos obtenga la gracia de nunca caer en el defecto terrible de callarnos sobre las cosas de la Fe y, aun cuando tengamos que tratar temas secundarios, relacionados con nuestras obligaciones, siempre lo hagamos con el deseo de rápidamente volvernos a horizontes más sublimes.
(Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana)
Texto completo en: Comentario al Evangelio del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, por Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP
*Fundador de los Heraldos del Evangelio