Que un niño de apenas 4 años pase
11 minutos inconsciente, en el fondo de una piscina, es algo aterrador. Pero
más impresionante es este niño, con graves heridas y todos los signos de muerte
cerebral, recibiendo el bautismo de manos de un sacerdote. Y, a las pocas
horas, despertar lúcido y activo, como si nada hubiera pasado.
Heitor Nagel es el nombre del
pequeño, de apenas 4 años, que por un breve descuido de su familia cayó a la
piscina de su residencia y, según registros de las cámaras de seguridad, estuvo
sumergido durante aproximadamente 11 minutos. El caso ocurrió en Joinville,
estado de Santa Catarina, em Brasil, el pasado 6 de agosto, pero sólo se hizo
público a finales de septiembre, cuando fue divulgado por un programa de
televisión y el asunto se volvió viral en Internet.
La familia, que vive desde hace
poco tiempo en esta residencia, se reunió junto a la piscina. Según el señor
Jean, padre de Heitor, no se quedaron mucho tiempo porque, a pesar del calor,
el agua estaba fría. La madre se fue a la cama porque se sentía mal, los
hermanos fueron al dormitorio y el padre fue a la oficina a resolver asuntos
laborales.
Después de un rato, Jean encontró
extraño el silencio en la casa, ya que Heitor es un niño muy activo y, como
dice el dicho, niño demasiado quieto… Su intuición era correcta. Vio que el
chico no estaba en la habitación con sus hermanos y salió a buscarlo, pasó por
la sala y salió al patio trasero, llamando a su hijo, sin respuesta. Ya estaba
regresando a la casa cuando vio al niño en el fondo de la piscina.
El momento de la desesperación
Dio un grito estridente y saltó
al agua, sacando al niño que ya no respiraba y no tenía signos vitales. El
tiempo registrado por las cámaras de seguridad, que filmaron el momento exacto
en que el niño resbaló, cuando intentaba agarrar un “espagueti” (flotador en
forma de espagueti) que se encontraban justo en el centro de la piscina,
muestra que Heitor pasó alrededor de 11 minutos bajo el agua. En medio de la
desesperación general, la madre llamó a los bomberos, mientras el padre
realizaba masajes cardíacos y respiración boca a boca, intentando reanimar al
niño.
Los bomberos tardaron 23 minutos
en llegar al lugar, lo que significa que el niño estuvo en paro cardiorrespiratorio
cerca de 30 minutos. El pequeño, desmayado, fue intubado en el patio trasero de
la casa y trasladado al hospital en un helicóptero de la policía militar. Los
exámenes mostraron una situación muy delicada y una aparente muerte cerebral.
Heitor permaneció intubado y
conectado a un soporte vital, y los médicos advirtieron a sus padres que si no
regresaba dentro de las próximas 72 horas, sería declarado con muerte cerebral.
Advirtieron a la familia que la probabilidad de que saliera con vida era muy
pequeña y, aunque eso sucediera, probablemente tendría consecuencias
irreversibles.
Un detalle muy importante
El sufrimiento, la desesperación
y los días de angustia vividos por la familia empezaron a circular por redes
sociales, además de un detalle especial, que es precisamente el que nos
interesa, porque determinó lo que sucedió en el ámbito de lo sobrenatural.
En medio del pánico de la familia, apenas sacaron al niño de la piscina, Oscar, un adolescente, hermano mayor de Heitor, ciertamente inspirado por el cielo, se arrodilló cerca del lugar donde su padre intentaba reanimar al niño, levantó los brazos y comenzó a rogar a Dios por la vida de su hermano pequeño. Todo esto quedó registrado en cámara, incluido el momento en que su hermano ya había sido llevado por el helicóptero y Oscar seguía arrodillado, ya no al lado de la casa, en la acera, sino en el suelo cubierto de grava, a modo de penitente.
Lo que la televisión e internet
no informaron fue la acción de lo invisible, lo imponderable y toda la conexión
angelical que tuvo lugar, desde el arrodillamiento del hermano hasta el
desenlace de esta conmovedora historia, mostrando que Dios obra en una
frecuencia muy diferente de aquella que conocemos, y que los Milagros no son
cosas que sólo sucedían en los tiempos relatados en la Biblia.
Unos días antes, una tía de
Heitor había entrado en contacto con los Heraldos del Evangelio. Ante lo
sucedido, esta señora se comunicó con los Heraldos, pidiendo oraciones e
informó que el niño no estaba bautizado y que la madre había manifestado su
deseo de que el niño recibiera el Sacramento.
Heitor recibe la infusión del
Espíritu Santo
Un sacerdote Heraldo acudió al
hospital el día 9 por la mañana, y por la tarde se cumplirían las 72 fatídicas
horas: si Heitor permanecía inconsciente y sin respuestas neurológicas, los
médicos declararían muerte cerebral. Así como familiares y amigos oraban, los
Heraldos también comenzaron a rezar por la vida del niño, pidiendo el milagro
de una curación completa. El niño fue bautizado en presencia de su madre, doña
Suzana Nagel, y de la directora del hospital, Sor Isabel.
Para sorpresa de todos – algo que
no menciona el reportaje del canal de televisión evangélico-, pocas horas
después de recibir el Sacramento del Bautismo, los signos vitales y la
respuesta neurológica del niño se normalizaron. Despertó y fue desentubado,
mostrándose completamente lúcido y muy vivaz. Preguntó qué había pasado y se
quejó del uso de pañales; se levantó y caminó hacia el baño, como si nada
hubiera pasado. Luego informó que lo recordaba todo.
Se realizaron nuevas pruebas que
demostraron que el niño estaba completamente curado, sin secuelas. Un milagro
visible y notorio, que comenzó cuando Arturo se arrodilló en el patio trasero y
pidió a Dios por la vida de su hermano, y se completó en el momento en que
Heitor recibió la infusión de gracia en el Sacramento del Bautismo.
Ciertamente, Dios seguirá actuando para bendecir a toda esa familia.
Dios está donde está la fe
Hoy la medicina cuenta con los
recursos más sofisticados, sin embargo, ni siquiera los aparatos más costosos y
precisos tienen el poder de realizar milagros, algo que es del dominio de Dios,
que se repite en el silencio y el anonimato de muchos hogares, hospitales y
muchos otros lugares, porque Dios está presente donde está la fe, y lo que
presenciamos fue la fe de un joven, que no es religioso, pero cuya oración tocó
el corazón de Dios con tanta fuerza que impulsó las medidas necesarias para que
el pequeño Heitor fuera rescatado de las fauces de la muerte y entregado a la
protección del Espíritu Santo de Dios.
Ante esto, con emoción y alegría
al ver tan auspiciosa noticia, en medio de tantas malas noticias, no me queda
más que decir: ¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo! ¡Alabado sea por siempre!
Por Alfonso Pessoa
Fuente: Heraldos del Evangelio - Uruguay
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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