Hay ciertos temas que nos son tan familiares y
queridos en el corazón que se volvieron objeto de innumerables comentarios de
nuestra parte. Aun así, no podríamos dejar pasar el día 13 de octubre sin
dedicar un instante nuestra atención al asunto Fátima. Esta vez no voy a
comentar tanto el Mensaje sino la actitud del mundo frente a él.
La Santísima Virgen documenta la autenticidad de su
anuncio de dos modos. En primer lugar, Ella lo confía a pastorcitos incapaces
de comprender su significado, limitándose a repetir lo que oyeron. A veces,
discursos largos y complicados que ellos transmitían sin contradecirse,
inclusive cuando eran sometidos a interrogatorios policiales brutales.
Por otro lado, Nuestra Señora realizó milagros que
probaban a la multitud allí reunida, incluso a gente más lejana, que algo
sobrenatural estaba sucediendo, como, por ejemplo, la famosa “danza” del sol.
Todo atestiguado por personas que vivían muy distantes de Fátima.
Entretanto, llama la atención el modo en que el
mundo recibió el mensaje de Fátima, no sólo la incredulidad de muchos a la
vista de episodios tan impresionantes, sino también el hecho de no encontrarse
quién hiciese el siguiente comentario: tomado el mensaje de Fátima en sí mismo,
apenas por su contenido, abstracción hecha de todos los prodigios que lo
rodearon, ya estaban todas las razones para admitir su veracidad. Quien
conociera un poco de moral no podía dudar de que el mundo estaba inmerso en un
proceso de pecados gravísimos, cuyo dinamismo permitía prever hacia dónde sería
llevada la humanidad. Por lo tanto, teológicamente hablando, bastaría pensar un
poco para tener la certeza de que, de no darse una gran conversión, vendría un
castigo.
Así, con un poco de conocimiento de la Teología de
la Historia, se vería que se trataba de un mensaje acorde con lo que un hombre
de Fe, analista de los acontecimientos de la época y dotado de cierta
profundidad de espíritu, debería pensar.
Ahora bien, los niños transmitieron así una
comunicación sabia y verdadera en sí misma, de una sabiduría y riqueza de
contenido que excedía su capacidad natural. Luego el mensaje es intrínsecamente
verdadero.
En último análisis, alguien que observase el mundo
de aquel tiempo a la luz de la Revolución y de la Contra-Revolución
distinguiría en el Mensaje tres aspectos: una descripción teológica de los
pecados de aquel tiempo, el anuncio de un castigo, y la indicación de los
medios de evitarlo, es decir, la penitencia y la consagración al Inmaculado
Corazón de María.
La Puerta de la misericordia es precisamente
Nuestra Señora, llamada Puerta del Cielo. Es decir, es ultra teológico que Ella
haya dicho: “Cesen de pecar y recurran a Mí que obtengo la eliminación del
castigo”. Nada más razonable.
Sin embargo, la humanidad recibió el Mensaje de
Fátima con soberbia, cuando él exigía un acto de humildad, o sea, que los
hombres reconocieran: “Hemos pecado, nos portamos mal”. Exigía la enmienda, el
abandono de la impiedad y de la inmoralidad en las cuales se iban hundiendo.
Por eso hubo un rechazo global con relación a ese Mensaje. Vemos los resultados
por todas partes.
Hagamos un examen de conciencia. ¿Tenemos los ojos
suficientemente abiertos para el Mensaje de Fátima? Comprendamos que con
Nuestra Señora no se juega, y pidamos a Ella que se apiade de nosotros.
* Trechos de conferencia de 13/10/1970.
Fuente: Heraldos del Evangelio, Paraguay (En
Facebook)