Los
animales feos y dañinos nos recuerdan el pecado de nuestros primeros padres y
el castigo merecido por ellos.
Tal vez algunos juzguen exagerado lo que voy a decir, por eso depende mucho del sentir de cada persona: pero un animal que considero feísimo es el elefante. Aquella gordura, orejas inmensas y ridículas, aquellas piernonas cilíndricas con aquellas patas y, sobre todo, aquella piel horrible que parece un cuero podrido, casi todo en el elefante causa repugnancia. ¡Sólo los colmillos valen, y cuánto valen! ¡El marfil es una cosa linda!
Ahora bien, ¿puedo admirar el elefante, toda vez que –en mi óptica, por lo
menos- este animal representa tantos aspectos repudiables?Tal vez algunos juzguen exagerado lo que voy a decir, por eso depende mucho del sentir de cada persona: pero un animal que considero feísimo es el elefante. Aquella gordura, orejas inmensas y ridículas, aquellas piernonas cilíndricas con aquellas patas y, sobre todo, aquella piel horrible que parece un cuero podrido, casi todo en el elefante causa repugnancia. ¡Sólo los colmillos valen, y cuánto valen! ¡El marfil es una cosa linda!
Es necesario reconocer que cuando Dios vio que el conjunto de sus criaturas era muy bueno, consideraba como parte de este conjunto el paraíso terrenal, pero también la Tierra mucho menos bonita, con los animales mucho menos obedientes y con unos tantos o cuantos elefantes, lombrices o cerdos rodando de aquí para allá, precisamente porque la Tierra podría convertirse en un lugar de exilio y de castigo para el hombre.
Plinio Corrêa de Oliveira |
Los animales feos y dañinos nos recuerdan el pecado de nuestros primeros padres y el castigo merecido por ellos. . ¿No es verdad que la consideración del cerdo, revolcándose en el barro, puede haber movido en muchos el horror a la impureza?
(CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio in: Revista Dr. Plinio 189 - Dezembro de 2013)