El tiempo pasa, lo ocurrido
permanece, y trae luminosidades para el presente. Dicen que: “la historia es la
mejor maestra”. Dentro de la “historia” cercana a nuestros días, existieron
singulares escritores, que se “adelantaron” a los tiempos escribiendo cosas que
consideraban ocurrirían en el futuro.
La presencia de los celulares,
por ejemplo, fue prevista – no diría por un profeta, pero sí por un “futurista”
– , por uno de los tantos escritores de novelas de ciencia ficción, ese género
narrativo imaginario sobre los avances científicos o sociales que iba teniendo
el mundo. En 1947 René Barjavel (+ 1985) manifestaba, en un cortometraje titulado
“Televisión, el ojo del mañana”: “Fabricaremos televisores miniatura, del
tamaño de una linterna. Ya no hará falta comprar el diario, todo lo tendremos
en esas pequeñas pantallitas, pudiendo mirarlas en todo lugar”. Vaticinaba
hasta cómo sería el panorama de las calles, todos enfrascados mirándolas,
tropezando unos con otros y sufriendo otras complicaciones que ya bien
conocemos. La televisión estaba comenzando a marcar su presencia. Sobre los
avances de la tecnología afirmaba: “hasta nos privará de la libertad de elegir,
el individuo se borrará y se fundirá en la carne y el alma colectivas”.
Otra, en su momento considerada
una de las novelas más destacadas de la ciencia ficción, fue: “Fahrenheit 451”
(1953). Presenta un mundo en que los libros están prohibidos. Los bomberos,
para evitar la “infección del pensamiento” son encargados de quemarlos, de ahí
su título, la temperatura de la quema del papel. Leyenda de tipo visionaria
imaginaba un futuro sin libros, un mundo sufriendo el dominio de la tecnología,
sustituyendo a la familia y, peor aún, haciendo que las personas vivan como
simples robots.
Pasan los años y otros escritores y otras películas, si bien que pocas, iban anunciando la crueldad del mundo que se comenzaba a vivir. Una de ellas, ganadora de varios premios Oscar, fue: “Network, un mundo implacable” (1976), escrito por el novelista norteamericano Paddy Chayefsky, en donde analizaba el poder de la televisión. En ella, un veterano presentador proclamaba: “las cosas andan mal y todo el mundo lo sabe, hay crisis, todo el mundo está con miedo…estamos sentados ante el televisor -y el locutor nos cuenta- … las cosas están locas… la única verdad que oyen es la que le transmiten. El televisor es el evangelio, tiene el más imponente poder que existe en nuestro desalmado y sucio mundo, ustedes se quedan allí sentados, día tras día, noche tras noche, gente de todas las edades, colores y credos, es lo único que conocen, hacen todo cuanto les dice el televisor, se visten como les dicen, comen lo que les dicen, crían a sus hijos siguiendo sus normas, incluso piensan igual que él. Esto es una locura en masa”.
Los tiempos de la presencia del
televisor fueron pasando, dando lugar en los días de hoy a la omnipresencia de
los celulares, “como si fueran parte de nuestros cuerpos”. Si recordamos los
personajes de las películas de la década del 90, generalmente mostraban su
“look” cigarrillo en mano. Ahora todos, celular en mano. De la misma manera en
que el cigarrillo funcionaba como ansiolítico, aliviando, reanimando, el
celular pasó a sustituirlo, con la característica de ser una nueva forma de
sometimiento social, creciendo día a día.
Un tercio del tiempo que la persona pasa despierto
Su uso creció en el año 2021 a
una media de casi 5 horas al día por persona, es decir, un tercio del tiempo en
que la persona pasa despierto. Se llega a los extremos de sufrir “nomofobia”,
la angustia de la desconexión, la ansiedad de separarse del celular o estar sin
conexión de internet, pues falta “algo esencial en sus vidas”.
Bien dicen los especialistas que
la adicción a las pantallas avanza de una manera silenciosa, vemos, en la vida
diaria, pantallas por todos lados, no hay quién no la tenga en sus manos, es un
medio de comunicación difícil prescindir de él y, más aún, como que define la
personalidad de cada uno…
Se vive el momento, todo está en
un mero clic, si la red se pone lenta o se interrumpe, produce desesperación.
El teléfono móvil ocupa cada segundo que la persona tiene libre. Ya lo decía el
fallecido escritor y filósofo italiano Umberto Eco: “No se puede prescindir de
la tecnología, pero crea una sensación de acompañamiento falsa”.
Institutos nacionales de salud,
Departamentos de salud pública y Universidades importantes de los Estados
Únicos y de otros países declaran que el uso intenso de las redes sociales
tiene más probabilidades de producir problemas de salud mental; pero que es
difícil definir cuánto tiempo es efectivamente dañino. Eso depende de cada
persona o de las cosas que le afectan en su trabajo o en sus relaciones
personales. Lo vinculan a variados disturbios psicológicos: cambios de humor,
ansiedad, depresión, insomnio, aislamiento social, sedentarismo físico y
cerebral, pérdida de la capacidad de concentración, etc.
Conectados están todos, pero
indiferentes a los más cercanos. La soledad es mayor que nunca. “Destellos
brillantes de pseudo placer”, así calificaba Justin Ronstein, el creador del
“me gusta”, a los efectos nocivos de las redes sociales. Bien sabemos sobre el
sistema creado para enganchar inconscientemente a los usuarios a los
dispositivos, diseños que utilizan trucos neuropsicológicos para retener la
atención de nuestras mentes produciendo adicción.
Buscando captar la atención,
irrumpen a todo momento durante el día.
El “me gusta” o un corazón, por
ejemplo, dan una sensación de placer y confianza, como si fuese una inyección
de dopamina (neurotransmisor de satisfacción personal); el “scrolling”
(deslizamiento) nos ata a seguir y seguir viendo nuevas informaciones; el clic
para refrescar la página; las notificaciones, pues la mayoría no quiere dejar
pendientes las mismas. Y finalmente, cuando se dan cuenta, llegaron a las 2 de
la mañana…mirando su celular.
En este panorama llama la
atención que, en Silicon Valley (California) -zona de importantes empresas de
la industria digital-, los hijos de los ejecutivos sean educados en colegios
libres de tecnología. Como conocen todo esto, son cautos en el cuidado de sus
hijos.
Debemos estar prevenidos ante el
riesgo de transformarnos en híper dependientes de las plataformas tecnológicas,
tras las cuales obviamente, hay una inmensa maquinaria de laboratorios de
inteligencia artificial. Bien se dice que el mal no está en los propios
instrumentos sino en el cómo se usan. Un cuchillo doméstico pues ser útil para
cocinar o … para matar. El medio digital es beneficioso si lo utilizamos con
educación, sabiendo limitar su presencia entre nosotros, poniéndolo a nuestro
servicio, y no quedar sujetos al mismo, porque todo lo tenemos a … un simple
clic.
Por el P. Fernando Gioia, EP
Fuente: Gaudium Press
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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