De un extremo a otro, no solo dentro de las diversas posiciones ideológicas, sociales, ambientales o religiosas, uno encuentra singulares actitudes y sus correspondientes respuestas sobre el tema del medio ambiente. Todos vemos, sentimos y lo consideramos importante.
A todo momento se tienen
repercusiones que reflejan diferentes puntos de vista. Científicos de un lado,
activistas del otro, periodistas hacen del tema una centralidad que deja a
algunos sin saber qué actitud tomar. Hasta el hombre “común de la calle”, en ciertas
circunstancias, es acusado de destructor del medio ambiente y no sabe qué
responder.
Bueno, algunos sí lo
saben. Como ejemplo de eso les comento la singular respuesta de una simple
señora que llega a un supermercado y es incriminada, por ser de una generación
bastante anterior, por el joven cajero que considera, a los de su tiempo, de
ser responsables de no preocuparse en proteger el “medio ambiente”.
El autor de este
diálogo, que no aseguro haya sido real, es un anónimo, y circuló mucho en años
anteriores por las redes, con el hoy anticuado sistema de PowerPoint.
Ocurría en una fila de
supermercado, al momento de retirar lo que había adquirido, el joven cajero le
dice a la señora, ya de avanzada edad: “Usted debería traer sus propias bolsas
para las compras, pues las de plástico no son amigables con el medio ambiente”.
La educada señora pidió
disculpas diciéndole: “Es que en mis tiempos no había esta onda verde, no
pensábamos en la ecología”.
A lo que el joven le
responde: “Exactamente es el problema de hoy, señora, su generación no se
preocupó suficientemente con nuestro medio ambiente”.
La señora dio, al
actualizado joven, una respuesta que nos dejará sorprendidos: “Tiene razón,
nuestra generación no se preocupó adecuadamente con el medio ambiente” y
continuó explicándole lo que talvez, en su corta edad, no tenía ni la más mínima
idea.
“En esos tiempos, las
botellas de leche, gaseosas o cerveza eran devueltas a los respectivos negocios
y estos a las fábricas, donde eran lavadas y esterilizadas antes de volver a
ser usadas. Es decir, los fabricantes las usaban unas y otras veces”.
Y así fue, como un
estribillo, repitiendo al joven preocupado con el medio ambiente: “Realmente,
no nos preocupamos con el ambiente en nuestro tiempo”.
No dejando de caer sobre
él con una catarata de hechos y más hechos: “Hasta los pañales de los bebés
eran lavados, porque... no había descartables. Y el secado era hecho por
nosotras mismas y no en las secadoras eléctricas de hoy. La energía solar y
eólica era la que realmente secaba nuestras ropas”.
Volviendo a repetir: “Es
verdad, no había preocupación por el medio ambiente, en aquellos días”. Y
continuó con los ejemplos: “En esa época teníamos solamente un televisor o
radio en casa y no una TV en cada cuarto, las pantallas eran de apenas 14
pulgadas y no de tamaño gigante, que acaba siendo descartada como no sabría
decirle”.
Llena de ímpetu avanzó
con más argumentos: “En la cocina teníamos que batir todo con las manos pues no
las había eléctricas que hoy hacen de todo. Cuando enviábamos algo frágil por
correo, usábamos periódicos viejos como protección y no plástico de bolitas que
duran cinco siglos en comenzar a degradarse”.
El joven, tan adaptado a
los tiempos modernos, quedaba mudo, y la señora no paraba de dar más y más
explicaciones: “En esos tiempos no se usaba el motor a gasolina para cortar el césped,
era utilizada una cortadora que exigía esfuerzo muscular. Para hacer ejercicios
no se iba a un gimnasio a usar aparatos que funcionan a electricidad”.
Repetía, graciosamente:
“Usted tiene razón, no había en esa época una preocupación por el medio
ambiente... Bebíamos agua directamente de la fuente cuando estábamos con sed,
en vez de usar vasitos o botellas de plástico que ahora llenan los ríos, lagos
y océanos”.
“Sí, en aquellos
tiempos, las personas tomaban el transporte colectivo y los niños iban con sus
bicicletas o a pie para la escuela, al contrario de usar a sus papás como
servicio de taxi”.
Quiso terminar, la
ultrapasada señora, con una máxima: “Es increíble que la generación actual
hable tanto del medio ambiente y no quiera abrir mano de nada, ni piense en
vivir un poco como en mis tiempos”.
Interesante, ¿no? Esto
me hace recordar la interpelación hecha por un periodista de SkyNews, en
Australia, a jóvenes que se habían manifestado recientemente sobre el clima,
diciéndoles:
“Ustedes son la primera
generación que ha exigido aire acondicionado en todas las habitaciones, hacen
las tareas en el computador, tienen un televisor en cada habitación, pasan todo
el día usando medios electrónicos, en lugar de caminar a la escuela usan una
flota de vehículos privados que obstruyen las calles, ustedes son los mayores
consumidores de bienes de consumo de la historia. Alegan una causa noble
mientras disfrutan del lujo occidental más salvaje. Antes de protestar, por
favor apaguen el aire acondicionado, vayan a la escuela a pie, apaguen sus
teléfonos y lean un libro, prepárense un sándwich en lugar de comprar alimentos
envasados”.
Padre Fernando Gioia, EP |
El Papa Benedicto XVI,
en su discurso de inicio del año 2010: Si
quieres promover la paz, protege la creación, prevenía diciendo: “El
Magisterio de la Iglesia manifiesta reservas ante una concepción del mundo que
nos rodea inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo, porque dicha
concepción elimina la diferencia ontológica y axiológica entre la persona
humana y los otros seres vivientes. De este modo, se anula el papel superior
del hombre, favoreciendo una visión igualitarista de la ‘dignidad’ de todos los
seres vivientes”. Agregando: “Se abre así paso a un nuevo panteísmo con acentos
neopaganos”, el imaginar, la naturaleza que nos rodea, como una deidad (“pan”:
todo; “theos”: dios).
Ilustraba con la feliz
circunstancia de aquellos que “encuentran tranquilidad y paz, se sienten
renovados y fortalecidos, al estar en contacto directo con la belleza y la
armonía de la naturaleza”, dándose allí una forma de reciprocidad, pues “al
cuidar la creación, vemos que Dios, a través de ella, cuida de nosotros”.
La Iglesia tiene la
“responsabilidad, respecto a la creación, de defender la tierra, el agua y el
aire, dones de Dios Creador para todos, y sobre todo para proteger al hombre
frente al peligro de la destrucción de sí mismo, resaltaba, citando su
Encíclica Caritas in veritate (51): “cuando se respeta la ‘ecología humana’ en
la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia”.
Aquí los dejo con este
polémico tema, resaltando que “una correcta concepción de la relación del
hombre con el medio ambiente no lleva a absolutizar la naturaleza ni a
considerarla más importante que la persona misma”, es preciso “de manera
equilibrada, respetando la ‘gramática’ que el Creador ha inscrito en su obra,
confiando al hombre el papel de guardián y administrador responsable de la creación,
papel del que ciertamente no debe abusar, pero del cual tampoco puede abdicar” (Caritas
in veritate, 70).
Por el Padre Fernando Gioia, EP
Fuente: Heraldos del Evangelio – Uruguay
Se autoriza su publicación citando la fuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario