sábado, 6 de abril de 2019

Comentario al Evangelio V Domingo de Cuaresma –Ciclo C- (domingo 7 de abril) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP

[…] El pecado no compensa.
10 Entonces se levantó y viendo allí sólo a la mujer, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están los que te acusan? ¿Nadie te condenó?” 11 Ella respondió: "Nadie, Señor". Entonces Jesús le dijo: "Ni yo te condeno. Anda y no vuelvas a pecar.

La adúltera al notar que sus acusadores se iban retirando, comenzó a sentir un creciente alivio interior, alcanzando un auge tras la salida del último de ellos. La perspectiva de la muerte por lapidación la amedrentó y promovió una constatación frecuente en los pecadores arrepentidos: ¡el pecado no compensa! La gran vergüenza y humillación ante aquel numeroso público tal vez la hicieran sufrir aún más.
La terrible última prueba: la santísima mirada de Jesús. La Sagrada Faz, íntegra en su divina moralidad, la pureza y la virginidad en esencia, siendo contempladas por el delirio carnal avergonzado y arrepentido... Sólo un ardoroso sentimiento salvaría del merecido castigo aquella pobre alma: ¡un pedido de perdón! Jesús no exigirá de ella una declaración explícita y formal, sólo le manifestará su insuperable delicadeza: "¿Nadie te condenó?"
Respetando la Ley, Jesús es misericordioso
Con un procedimiento tan sabio como inusitado, nadie más podría acusar al Maestro de haber desconsiderado la Ley de Moisés y, por lo tanto, de haber sido exageradamente indulgente. Él no repetía sino la propia actitud de los fariseos y, además, Él había llevado a la pecadora a declarar: "Nadie, Señor". Siguiendo el ejemplo de todos, Él tampoco la condenaría.

Así, "rompe el lazo que le armaron los cazadores "(cf. Sal 123, 7), confirma la Ley, hace rebrillar su dignidad, pone en fuga a sus enemigos, produce mayor admiración, respeto y sumisión junto al pueblo que lo rodeaba y, perdona a la pobre pecadora, despidiéndola con una advertencia: "No peques más". Con esta amonestación, Él aún le concedía su gracia, sin la cual ninguna virtud se practica establemente.
"Aquel de ustedes que esté libre de pecado, sea el primero en tirar la primera piedra"
Conclusión
Los acusadores fueron juzgados, la pecadora fue perdonada
¡Qué magnífica lección de penitencia, de perdón y de la necesidad de la perseverancia, ofrecida a cada uno de nosotros en este valle de lágrimas en el que fuimos concebidos y en el que vivimos!
Jesús, el único que tendría derecho a lanzar desde la primera hasta la última piedra,
concede a la pecadora una bella experiencia de la grandeza de su misericordia. Allí ella se sintió verdaderamente amada por la infinita bondad de un Corazón sagrado, humano y divino. Y la felicidad que, de manera equivocada, había buscado en el pecado, la encontró en el perdón y en la bendición de Aquel que los escribas y fariseos habían escogido para juez: el Maestro.
Aquellos que se apoyaban en la Ley para acusar salieron juzgados; la pecadora arrepentida, que debería ser muerta, se retiró en la gracia de Dios. Nadie jamás fue o será tan intransigente con el error como Jesús; nadie más manso que Él para con los pecadores.
Este es otro de los episodios del Evangelio en los que translucen, por un lado, la infinita bondad del Sagrado Corazón de Jesús, ardiendo en llamas de deseo de perdonar, y, en el extremo opuesto, la dureza de alma de los escribas y fariseos, que no sólo rechazan ese perdón, hasta para sí mismos, pero jamás reconocen con humildad sus respectivas faltas.
¡Cuando se defiende la Ley por puro egoísmo, no sólo no se tiene fuerzas para practicarla, como tampoco se acepta la bondad!

(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Vol. III Librería Editrice Vaticana)

Texto completo en: Comentário ao Evangelho V Domingo da Quaresma - Ano C