El Sermón de la Montaña
[…] IV – Conclusión.La vida, comparada por el salmista a un soplo y a la sombra que pasa (cf. Sal 39, 6-7), tiene una corta duración. Caminamos todos hacia el gran día del ajuste de cuentas, en que Jesús nos llamará ante su presencia y nos conducirá, si somos dignos de alguna recompensa, a las moradas de la casa de su Padre.
Pero sabemos de antemano que el ingreso en el Reino de los Cielos será franqueado a los buenos según los frutos presentados. Por éstos se conocerá la sinceridad de nuestra entrega a Dios. Ya que Él toma la iniciativa de amarnos por libre y espontánea voluntad, arrancándonos del lodo y elevándonos hasta la más alta cima sobrenatural, la vida de la gracia, ¿cómo se lo retribuiremos? Este es el domingo de la liturgia de la generosidad, de nuestra respuesta a Dios por todo lo que nos concede.
Teniendo muy presente que esos frutos también se refieren al modo con que guiamos al prójimo por las vías de la salvación, pidamos la insuperable intercesión de María Santísima, para obtener de Ella la gracia de ser transformados en discípulos restituidores de todo lo que recibimos de Dios y, más aún, en hijos cuya vida pueda ser comparada al cristal colocado en la custodia: un simple objeto que no impide a los fieles la contemplación de Jesús Hostia, sino que, por el contrario, revela ser de una calidad tanto mejor cuanto más transparente es.
Mons. Joao S. Clá Dias, EP* |
Fuente: Comentario al Evangelio – VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - El Sermón de la Montaña
[16] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002, p. 132.
*Fundador de los Heraldos del Evangelio