[…] IV – Conclusión
“Es por medio de tal lección que Jesús extirpa hasta las raíces la antigua dureza e implanta su nueva caridad”. [29] Cesa el régimen del egoísmo y se abre para la humanidad una vía fundamentada en el amor, que servirá de norte para los cristianos de todos los tiempos. No se trata, sin embargo, de un amor espontáneo y pasajero, fruto de la simpatía natural, de los lazos familiares o del sentimiento humano, sino de un amor que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera y sin ostentación, como expresa con tanta propiedad el vocabulario griego con el término ἀγάπη (ágape, traducido en la Vulgata por diligere).
Es el amor de Dios
desbordante de ternura para con nosotros, del cual el amor entre los hermanos y
el “sentimiento cristiano de amor a los enemigos” [30] son un reflejo. “La
palabra ἀγάπη es específicamente bíblica; [...] más original todavía es la caridad como noción teológica y como principio de la vida
práctica. Es una de las revelaciones más ricas que el Señor trajo al mundo; los
Apóstoles [...] hicieron de la difusión de la caridad divina el objetivo de su
mensaje; y fue esta predicación la que convirtió al mundo”. [31]“Es por medio de tal lección que Jesús extirpa hasta las raíces la antigua dureza e implanta su nueva caridad”. [29] Cesa el régimen del egoísmo y se abre para la humanidad una vía fundamentada en el amor, que servirá de norte para los cristianos de todos los tiempos. No se trata, sin embargo, de un amor espontáneo y pasajero, fruto de la simpatía natural, de los lazos familiares o del sentimiento humano, sino de un amor que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera y sin ostentación, como expresa con tanta propiedad el vocabulario griego con el término ἀγάπη (ágape, traducido en la Vulgata por diligere).
Una invitación para la humanidad en los días de hoy
¿Quién
no ha experimentado nunca, al menos una vez en la vida, la alegría sobrenatural
que inunda al alma cuando nos inclinamos con dedicación y desinterés hacia las
necesidades de otro, buscando hacerle bien? Poseer esta alegría, ahora
pasajera, después eterna, es lo que nos propone la liturgia de hoy. En conclusión,
somos invitados a rechazar el error de concebir el amor como una pura explosión
de sentimientos, o como una manifestación de egoísmo, basado en el interés
personal; somos invitados a abrazar la santidad, procurando hacerlo todo —desde
barrer el suelo o limpiar una ventana, hasta gobernar una nación— por amor y
con amor, como el monje sastre, cuya historia recordamos al inicio de este
comentario.
En esta época tan conturbada, en la que los hombres, quizá más que en el mundo antiguo, van detrás de las ventajas personales y se debaten en una sociedad dominada por el orgullo, por el odio y por el desprecio, ignorando las obligaciones de la caridad y dejando de lado la gloria de Dios, las palabras de Nuestro Señor Jesucristo resuenan, nuevamente, como un llamamiento al cambio de vida.
No seamos sordos a esta divina invitación. Depositemos nuestra confianza en María Santísima y abracemos el admirable ejemplo del Hombre Dios, que no vaciló al entregar hasta la última gota de sangre y linfa por cada uno de nosotros. Si vivimos en ese estado de espíritu, será posible establecer un ambiente de bienquerencia y respeto que estimule la práctica de la virtud, pues, según las palabras del Apóstol, el amor “es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3, 14). Sólo así construiremos una civilización más cristificada y, al completar la trayectoria de nuestra vida, se abrirán para nosotros las puertas del Cielo.
Texto completo en: Comentario al Evangelio VII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C- por Mons. João S.Clá Dias, EP
En esta época tan conturbada, en la que los hombres, quizá más que en el mundo antiguo, van detrás de las ventajas personales y se debaten en una sociedad dominada por el orgullo, por el odio y por el desprecio, ignorando las obligaciones de la caridad y dejando de lado la gloria de Dios, las palabras de Nuestro Señor Jesucristo resuenan, nuevamente, como un llamamiento al cambio de vida.
No seamos sordos a esta divina invitación. Depositemos nuestra confianza en María Santísima y abracemos el admirable ejemplo del Hombre Dios, que no vaciló al entregar hasta la última gota de sangre y linfa por cada uno de nosotros. Si vivimos en ese estado de espíritu, será posible establecer un ambiente de bienquerencia y respeto que estimule la práctica de la virtud, pues, según las palabras del Apóstol, el amor “es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3, 14). Sólo así construiremos una civilización más cristificada y, al completar la trayectoria de nuestra vida, se abrirán para nosotros las puertas del Cielo.
Texto completo en: Comentario al Evangelio VII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C- por Mons. João S.Clá Dias, EP
[29]
BERNARD, OP, Rogatien. Le mystère de Jésus. Paris: Amiot-Dumont, 1957, v. I, p.
364.
[30] PRAT, SJ, F. La Théologie de Saint Paul. 38.ª ed. Paris: Beauchesne, 1949, v. II, p. 562.
[31] SPICQ, OP, Ceslas. Saint Paul. Les Épîtres Pastorales. Paris: J. Gabalda, 1947, pp. 22-23.
[30] PRAT, SJ, F. La Théologie de Saint Paul. 38.ª ed. Paris: Beauchesne, 1949, v. II, p. 562.
[31] SPICQ, OP, Ceslas. Saint Paul. Les Épîtres Pastorales. Paris: J. Gabalda, 1947, pp. 22-23.