El matrimonio cristiano ennobleció a los cónyuges y protegió especialmente a la mujer |
El cristianismo con sus prédicas -basta leer la
definición de amor de San Pablo (1 Cor13, 4-13)- en cambio resucitó en el fondo
del alma del hombre afectos sepultados por el pecado original, sentido de la
responsabilidad, sentimientos de ternura, comprensión y caridad suprema y lo condicionó
bajo palabra de honor y con testigos para que la respetara incluso con temor.
La ley civil apoyaba todo eso y por ejemplo la bigamia era un delito con
cárcel. Pero el Estado liberal con las novelas románticas de mujeres
incomprendidas y maltratadas, comenzó a intervenir presuntamente para
defenderlas dándoles el divorcio y otras facilidades de mal entendida
independencia.
El nuevo marido de la mujer de hoy la protege pero no la cuida. Le proporciona
medicamentos pero no dedicación. Le da los anticonceptivos, le paga el aborto,
la subsidia y subsidia los hijos que ella tenga, a veces de diversa
procedencia, le consigue empleo y obliga fríamente al progenitor, como si fuera
simplemente un macho reproductor, a aportar algo del producto de su trabajo para
sostener los hijos, pero no la quiere ni le importa sus sentimientos para nada,
ni hace lo posible por reconstruir el amor conyugal. La mujer se está quedando
sola en manos del Estado o de unos hijos que por la soledad de ella terminan
con la vida afectiva deformada y el cariño extraviado entre la mascota y la
mamá volviéndolos introspectivos, inconstantes, egoístas, inseguros y
solitarios hasta encontrar la tribu urbana que lo acoja con sus vicios y
costumbres, o una pareja que hoy puede ser del mismo sexo y de la que poco
tiempo después se cansará hasta dejarla y buscar otra.Mal patrón y mal padre ha resultado el Estado (1). Pero peor lo ha hecho como marido. Lo más grave es que cuando la mujer caiga en cuenta de esto, ya va a ser demasiado tarde y el daño será irreparable no solo para ella sino para toda la sociedad, porque la mujer es el centro del hogar cristiano, y solamente el Cristianismo tiene la solución auténtica para los problemas que la revolución industrial y el mundo moderno le ha traído a la vida conyugal.
Por Antonio Borda
(1) Gaudium Press, 06.XI.2018