sábado, 2 de febrero de 2019

Comentarios al Evangelio IV Domingo del Tiempo Ordinario (domingo 3 de febrero) por Mons. João Clá Dias, EP

[…] Causa del odio contra los profetas
No es costumbre de los evangelistas hacer uso de la exageración didáctica. Cuando Lucas dice "todos", significa la ausencia de defensores y la unanimidad de los furiosos. El hecho de no haber allí un solo amigo para unirse al Salvador y servirle de escudo prueba, una vez más, la fuerza y ​​el poder del dinamismo del mal. Si algún admirador existió en aquella ocasión, quedó tímidamente retraído y tuvo miedo de comprometerse, como, por lo demás, sólo sucede con los buenos, en circunstancias análogas. Que jamás seamos uno de esos cobardes.
"La cumbre de la cual lo que querían lanzar, según el P. Andrés Fernández Truyols SJ, es un gran acantilado que se puede ver junto a la iglesia de los maronitas, más arriba de la de los greco-católicos: forma parte del monte Djebel es-Sikh, y al mismo tiempo se encontraba en las cercanías de la ciudad" [13].
Es importante retener ese gesto criminal de echar mano sobre Jesús, con la intención sanguinaria de lanzarlo de aquellas alturas. Con propiedad comenta Beda: "Son peores los judíos, siendo discípulos, que el diablo siendo maestro, porque éste dice: ‘Tírate al abismo', pero aquellos intentan arrojarlo de hecho" [14].
Esta sería una buena oportunidad para preguntarles por cuál de los beneficios recibidos querían matar al Salvador. Si Jesús no tuviese naturaleza divina, habría probado algo del odio satánico que más tarde se manifestaría contra Él, a lo largo de la Pasión.
¿Por qué los profetas son tratados así?
"El misionero o el profeta será siempre blanco de crítica de dentro y de fuera. Así ocurrió con Cristo, así con Pablo, etc. El profeta pertenece a la Iglesia de su tiempo y, por otro lado, se debe al mundo que va a evangelizar. Esta doble pertenencia representa el punto de partida para un amor sin fronteras. Sin embargo, se trata de una posición muy incómoda. No obstante, el profeta podrá realizar un análisis profundo de las cosas. Los contrastes lo purifican y lo hacen cada vez más semejante a Jesús crucificado.
Sinagoga de Nazaret, desde donde fue expulsado Jesús
"El profeta es un mensajero, un intérprete de la palabra divina, la ha recibido de Dios y ella es más poderosa que el propio profeta: él no podrá callar. Cristo fue el mayor de los profetas: y por el Bautismo todos participamos de su don profético. Profeta actualmente es el que juzga el presente y el futuro a la luz de Dios y se siente enviado por Dios para recordar a los hombres sus deberes religiosos, sociales, familiares, civiles. Y lo hace tomado del celo ardiente por la causa de Dios y de amor compasivo para con los hombres. El profeta debe denunciar la opresión, la injusticia, el egoísmo, las guerras, la pornografía, etc. Deberá exhortar y alentar "[15].
Por esta narración de San Lucas podemos comprender cómo Jesús sufrió la Pasión por libre y entera voluntad, como observan Beda y varios otros autores. Cuando Él quiere, se libra de sus verdugos, no sólo con maestría, sino también con grandeza. Aquí hace brillar su divinidad; en el Calvario, su resignada misericordia.
"Hubo un verdadero milagro, un milagro de orden moral, que consistía en la victoria obtenida por la voluntad de Jesús sobre la de sus enemigos, reduciéndolos a la impotencia. A esta categoría de prodigios perteneció también la expulsión de los mercaderes del Templo" [16].
¡Ahí está! El milagro exigido por los nazarenos les fue concedido en superabundancia, pero ellos no lo supieron interpretar.
(CLÁ DIAS, Mons. João Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana)
Fuente: Comentários ao Evangelho IV Domingo do Tempo Comum – Ano C – Lc 4,21-30

[13] Vida de Nuestro Señor Jesucristo, BAC, Madrid, 1954, p. 327.
[14] Apud Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea
[15] Pe. José Salguero OP, Guiones para Homilías Dominicales, EDIBESA, Madrid, 2001, p. 647.
[16] L.Cl. Fillion, Vida de Nuestro Señor Jesucristo, Voluntad, Madrid, 1925, t. II, v. I , p. 287