El Cardenal Daniel Sturla,
Arzobispo de Montevideo, dedicó su espacio semanal en Radio Oriental para
referirse a la realidad de abusos cometidos por algunos miembros de la Iglesia
Católica. Explicó que este fin de semana el quincenario “Entre Todos” está
dedicado casi enteramente a afrontar este asunto y quiso compartir la editorial
que escribió para ese medio. Se reproduce a continuación el texto completo.
Compasión y vergüenza
De las pocas palabras del griego
del nuevo testamento que aprendí en los estudios de teología, una fue: “esplajnizomai”.
En general se traduce por compasión. Es el movimiento de las entrañas, es el
estremecimiento ante el sufrimiento del otro, es ponerse en su lugar y sentir
su dolor como propio. Jesús, sintió “compasión” por la viuda que iba a enterrar
a su hijo único; o por la multitud que “andaba como ovejas sin pastor”; es el
sentimiento del buen samaritano que no pasó de largo ante el hombre herido.
Este Jesús compasivo tiene, al
mismo tiempo, duras palabras de indignación para aquel que escandaliza a los
pequeños: “Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo
precipitaran al mar” (Lc 27,2). Más aún cuando nos ha dicho: “el que recibe a
uno de estos pequeños en mi Nombre, a mí me recibe”.
Ante los abusos de menores estos
sentimientos afloran en nosotros: compasión con las víctimas, indignación con
los abusadores. Estos sentimientos, cuando los abusadores son religiosos o
miembros del clero, se hacen sentimiento de culpa y de vergüenza para toda la
Iglesia. Cuando además somos conscientes que la Iglesia y sus pastores no
supimos durante años responder como es debido a las denuncias recibidas, que se
barría abajo de la alfombra, que se dilataban decisiones, que no se daba lugar
a la justicia, aumenta la vergüenza.
Hace al menos diez años que la
Iglesia en el mundo sabe qué hacer frente a estas situaciones. También la
Iglesia en el Uruguay ha aprendido. Tiene su protocolo de actuación. Procura
que se haga justicia y se priorice a las víctimas. Ha pedido perdón y expresado
su vergüenza. Nunca será suficiente para quienes fueron víctimas y sus
familiares el pedido de perdón. Pero nuevamente lo volvemos a expresar. Por
otro lado, también la Iglesia es Madre de aquellos que fueron victimarios, y
junto a la claridad y dureza de las sanciones canónicas previstas, o de la
actuación de la justicia civil competente, también se procura su atención.
Confiamos que esta crisis, que ha
creado una fuerte desconfianza hacia la Iglesia, pasará, y que ayudará a
purificarla. Pero nuestro dolor y compasión, nuestra vergüenza y petición de
perdón, no quieren moverse al ritmo de la “opinión pública”, ni bailar al
compás de aquellos que se solazan en nuestra vergüenza y que están a la espera
de una palabra, de más o de menos, para encontrar, felices, una nueva piedra que
lanzarnos. Es a los que hemos dañado que pedimos perdón, ya sea a las víctimas
y sus familiares, como a todos aquellos que se han sentido defraudados por la
Iglesia. A Dios misericordioso, nos encomendamos.
Montevideo 21/09/2018
Fuente: Compasión y vergüenza
Montevideo 21/09/2018
Fuente: