Monseñor Joao S. Clá Dias, EP |
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Testigos preparados para, en el futuro, beneficiarnos.
29 Jesús le dijo: "¿Creíste, porque me has visto?
¡Bienaventurados los que creyeron sin haber visto!”
Con
mucha claridad, objetividad y discernimiento Fray Manuel de Tuya OP (de quien
guardo nostálgicos recuerdos) nos explica este versículo. Él destaca que la
intención de Jesús no es recriminar “los motivos racionales de la fe”, ni las
personas a las cuales se había mostrado. Era, sí, bendecir “los fieles futuros que
aceptasen, por tradición continua, la fe de aquellos que Dios ‘escogiera’ para
ser ‘testigos oficiales’ de su resurrección y para transmitirlas a otros. Es lo
que Cristo pidió en la ‘Oración
Sacerdotal’: “No ruego sólo por estos [los apóstoles], sino por todos lo que por
su palabra han de creer en Mi’ (Juan 17, 20)” [12].
30 Jesús realizó otras muchas señales delante de los discípulos,
que no están escritos en este libro. 31 Sino que fueron escritos para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis la vida
en su nombre.
En
vista del escándalo de la Crucifixión, los Apóstoles necesitaban esa ayuda.
Después de comprobar los mayores milagros efectuados por el Divino Maestro, lo
vieron preso, flagelado, preferido a un Barrabás, levantado en el Madero entre
dos criminales y muerto con el rechazo general. Aquellos elegidos por el Padre
para ser heraldos no sólo de la Pasión, sino también de la Resurrección,
necesitaban ver al Mesías en su sagrado cuerpo glorificado. La incredulidad de
ellos, culposa o no, debe ser tomada como extremadamente ventajosa para
nosotros: "Para que creáis". En su sabiduría eterna e infinita, la
Providencia Divina concibió a estos insuperables testigos, estos primeros
heraldos del Evangelio. Para nosotros ellos vieron, para nosotros fueron
probados, para nosotros creyeron, para nosotros ellos escribieron. Y ahora ha
llegado nuestro turno de dar testimonio y, si no creemos, no tendremos excusas.
Estamos destinados a la bienaventuranza de creer sin haber visto y, de este modo, ingresar en la vida eterna.
Estamos destinados a la bienaventuranza de creer sin haber visto y, de este modo, ingresar en la vida eterna.
En
este mundo ateo, relativista e impregnado de egoísmo, dirijamos nuestra mirada
hacia la Santísima Virgen que jamás dudó en la fe, o en cualquier otra virtud,
e imploremos su poderosa intercesión para obtener de su Hijo resurrecto gracias
eficaces y superabundantes para practicar en grado heroico las virtudes
teologales y cardenales. O sea, para alcanzar una plena santidad de perfil
mariano.
(CLÁ
DIAS EP, Mons. Joao Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol.
III, Librería Editrice Vaticana)
Texto completo en: Comentários ao Evangelho 2º Domingo da Páscoa – Ano C