São Paulo, 19 de abril de 2010.
Aniversario de la elevación a la Cátedra de Pedro de S.S. el Papa Benedicto XVI.
Después de cada campaña de ataques, la
Iglesia siempre surge más fuerte y esplendorosa
que antes.
El tiroteo de noticias que, en las últimas semanas, intenta manchar a la
Iglesia Católica, con la excusa de los abusos de niños cometidos por sacerdotes
católicos, alcanza un auge increíble. Decididos a no dejar apagar la hoguera
que encendieron, varios órganos de comunicación social se han dedicado a
investigar el pasado, en búsqueda de nuevas acusaciones que involucren al
Vicario de Cristo en la Tierra, el Papa Benedicto XVI. En esto, sin embargo,
han fallado rotundamente.
Que existan sacerdotes indignos
y sin preparación, nadie lo puede negar; que se
cometieron horribles abusos, y seguramente en número superior al registrado, es
necesario reconocerlo. Pero, utilizar faltas graves circunstanciales de una
minoría de clérigos, para denigrar a toda la clase sacerdotal, es una
injusticia. Y usar esto como pretexto para intentar derribar a la Iglesia, es
diabólico.
Sea dicho de paso, cuanto más se infiltra en la Iglesia el espíritu libertario,
relativista y neopagano de nuestra época, tanto más es de temer que se cometan crímenes
de pedofilia. Es imperiosa la necesidad de implantar en los seminarios un
sistema de rigurosa selección, de tal forma que sólo se admita como candidato
al sacerdocio a quien no tenga la propensión de ceder ante el mundo, sino que
quiera enseñar la práctica de la doctrina católica con toda su pureza y dar
ejemplo de ello.
La actual campaña publicitaria contra la Iglesia nos hace olvidar una verdad de
la cual la historia nos proporciona un indudable testimonio: la Iglesia
Católica fue quien libertó al mundo de la inmoralidad, y el mundo se está
hundiendo nuevamente en el lodo del que fue rescatado porque está rechazando a
la Iglesia. […]
De cada persecución, la Iglesia sale fortalecida.
Contemplando su propia historia, la Iglesia Católica puede decir con
Cicerón: “Alios vidi ventos, alias prospexi animo procellas” [72].
Como en embestidas anteriores, ella saldrá aún más fuerte del actual combate.
Numerosas reacciones por el mundo ya anticipan tal desenlace. En Irlanda y en
España, las iglesias se llenaron durante la Semana Santa como hacía muchos años
no ocurría. En los Estados Unidos, en Inglaterra y en otros países de
Occidente, el número de conversiones aumentó. Varios periodistas, muchos de los
cuales no son católicos, tomaron la defensa de la Iglesia. ¿Será necesario
recordar que las persecuciones son indispensables para el resplandor de la
Esposa de Cristo? ¿Y también para su renovación? En efecto, dice San Pablo:
“Nam oportet et hereses esse ut et qui probati sunt manifesti fiant in vobis”
(“Siendo, como es, forzoso que aún herejías haya”, 1 Cor 11,19).
Para destacar la perennidad de la Iglesia Católica Apostólica Romana, San
Agustín nos ha dejado esta sabia reflexión: “Vacilará la Iglesia, si vacila su
fundamento. Pero, ¿podrá, por ventura, Cristo vacilar? Ya que Cristo no vacila,
la Iglesia permanecerá intacta hasta el fin de los tiempos” [73].
Recordemos que “Dios es el Señor del mundo y de la historia” [74]. Fue El mismo
quien decretó que “las puertas del Infierno” no prevalecerían contra su Iglesia
(Mt 16,18).
* Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
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[71] BENTO XVI, Discurso à Cúria Romana, 22/12/2005.
[72] “Vi otros vientos y enfrenté sin temor otras tempestades” (In L.
Calpurnium Pisonem, oratio, 9).
[73] Enarrationes in Psalmos, 103, 2,5; PL, 37, 1353.
[74] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 314.
Texto completo en: La Iglesia es inmaculada e impecable